Ángel Castillo Torres
Julio 01, 2019
Hace un año, el primero de julio, Andrés Manuel López Obrador ganó de manera contundente las elecciones para presidente de la república. El tabasqueño sorprendió por la forma avasalladora en que triunfó. Su victoria marcó el inicio de una ruptura con el pasado. AMLO afirma haber terminado con las políticas neoliberales que durante 30 años dominaron la agenda pública del gobierno mexicano. “El cambio ya llegó”, dice, “estamos en la Cuarta Transformación de México”.
Para celebrar esta “hazaña de la democracia” este día se organiza un acto de propaganda en el Zócalo de la Ciudad de México en donde miles de seguidores del presidente aplaudirán llenos de entusiasmo el mensaje triunfal de su líder.
Se justifica que López Obrador convoque a un evento como este. Está en todo su derecho de festejar, de hacer un alto en el camino para difundir los logros de su gobierno en estos primeros 7 meses de actuación.
Para mantener altos niveles de aprobación tiene que legitimar su desempeño procurando que su visión de la realidad sea la dominante. Debe imponer a la sociedad un relato épico en el que se establezca que todo va bien, minimizar los errores y culpar a los “malvados” de los obstáculos y perturbaciones que se han presentado en estos iniciales meses de gobierno.
Pero como vivimos en una sociedad plural en la que no todos piensan lo mismo y en donde es normal que haya oposición al proyecto gobernante, las minorías partidistas, los grupos de presión y los intereses asociados a la economía global no comparte el entusiasmo de AMLO y sus seguidores.
Hay que entender y respetar la euforia con que se está celebrando este primer aniversario del triunfo de López Obrador. Pero también es necesario realizar un ejercicio de crítica que señale errores, excesos y contradicciones. Se ocupa en estos momentos llevar a cabo una lectura crítica desde otro mirador, el de la oposición. Una mirada alternativa que sosiegue la autocomplacencia, la propaganda y el engaño.
Una evaluación crítica de los primeros 7 meses de gobierno de AMLO.
Los nuevos dueños del poder se definen a sí mismos como un gobierno de izquierda. Pero para expertos en sistemas políticos López Obrador no es más que una copia del nacionalismo revolucionario del PRI de los años setenta. Lo consideran un populista que está reciclando las peores prácticas de la era predemocrática de México.
Con su llegada al poder ha regresado el culto a la personalidad, un gobierno sin contrapesos, la demagogia y la tiranía de las decisiones verticales. Ha resucitado el clientelismo político, el asistencialismo que genera discapacidad social, la intolerancia hacia los que piensan diferente, en especial hacia la prensa crítica y los intelectuales que no se someten al nuevo catecismo del gobierno.
Se aplaude al gobierno de López Obrador su lucha contra la corrupción, la impunidad y la injusticia social. Todo eso está muy bien y es lo que los votantes le ordenaron en las urnas el primero de julio de 2018.
Pero los resultados son escasos. Por ejemplo, en el combate a la corrupción da la impresión de que existe un pacto de impunidad que está beneficiando a muchos corruptos.
Por otro lado la curva de aprendizaje de los nuevos funcionarios no termina. Su desempeño deja mucho que desear. Hay demasiada improvisación y equivocaciones. Muy frecuentemente meten al presidente en serios problemas. A muchos les ha quedado grande el puesto.
Adicionalmente hay decisiones que ha tomado el gobierno de la Cuarta Transformación que son muy discutibles. Por ello en varios segmentos de la sociedad empieza a florecer el desencanto.
Veamos algunas de las más emblemáticas.
Se canceló de manera arbitraria el proyecto de infraestructura más importante que tenía el país, el aeropuerto de Texcoco. Se le reemplazó con un proyecto alternativo, el aeropuerto de Santa Lucia, el cual no cuenta con los permisos necesarios de impacto ambiental ni con las autorizaciones de estándares internacionales para poder operar. Existen además amparos otorgados por la justicia federal que están paralizado la obra.
Se derogó la reforma educativa para complacer a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.
Se ha despedido a cien mil trabajadores del sector público que han pasado al desempleo condenado a sus familias a la incertidumbre y las penurias.
La generación de empleos se ha derrumbado. En el mes de mayo se registró la caída más pronunciada de los últimos años. Se quiere justificar lo anterior argumentando que hay una compensación con las becas de empleo que reciben los jóvenes ninis, pero esos no son empleos formales y tampoco son productivos.
Sigue habiendo un inaceptable desabasto de medicamentos en el sector salud. La producción de petróleo y energía ha caído. Se han cancelado las licitaciones de ductos, de explotación de crudo y gas y se ha decidido regresar al carbón y el combustóleo.
En el terreno de la economía todas las calificadoras de riesgo han reducido la calificación del país y la deuda de Pemex está a punto de convertirse en chatarra. AMLO insiste en que vamos a crecer al 4% anual, pero los pronósticos de los especialistas sostienen que el Producto Interno Bruto solo alcanzará el 1.5% anual los dos próximos años.
El 70 por ciento del presupuesto no ha sido ejercido. La seguridad se ha deteriorado significativamente. Mayo fue el mes más violento desde que existen mediciones al respecto, casi tres mil asesinatos.
Por otro lado el gobierno mexicano se doblegó ante las exigencias de Trump y aceptó detener a los migrantes centroamericanos en nuestras fronteras norte y sur. Aceptamos desempeñar el indigno papel de Border Patrol al servicio del Imperio. Se van a movilizar 26 mil elementos de la Guardia Nacional para capturar a los indocumentados de Centro América y otras partes del mundo para llevarlos inmediatamente a centros de detención.
Pero aún hay más. El gobierno federal decidió dejar sin becas a los artistas, creadores, investigadores, científicos y deportistas. Retiro además el apoyo a las estancias infantiles.
Pero eso sí, les pagamos puntualmente a los jóvenes que ni estudian ni trabajan.
Estas son solo algunas evidencias de que el gobierno de la Cuarta Transformación es un manojo de contradicciones.