Ángel Castillo Torres
Septiembre 01, 2020
“No les voy a fallar, no se van a decepcionar, soy muy consciente de mi responsabilidad histórica, no quiero pasar a la historia como un mal presidente”. Andrés Manuel López Obrador.
Año 2020.
Hoy primero de septiembre es un día para entregar cuantas a la nación. El jefe del Estado mexicano, Andrés Manuel López Obrador, dará a conocer a través de su Segundo Informe de Gobierno el estado que guarda la administración pública del país. Así lo ordena el artículo 69 de la Constitución. Este acontecimiento es uno de los ritos más sagrados de nuestra vida republicana. Es un ejercicio de rendición de cuentas en el que el presidente presenta ante el Congreso de la Unión un balance del gobierno.
El primero de septiembre sigue siendo “El día del Presidente”. En esta fecha el inquilino de Palacio Nacional realiza un ejercicio de comunicación y propaganda política para argumentar con datos duros y un relato épico lo que ha hecho para cumplir con el mandato que los ciudadanos le dieron en las urnas.
López Obrador es un presidente con una enorme legitimidad de origen, 30 millones de votos lo llevaron al poder (el 53% del total de los votos emitidos). Esta fabulosa cascada de sufragios ha sido interpretada por el tabasqueño como una orden para emprender un “cambio de régimen”, es decir, una revolución pacífica e institucional que entierre al viejo régimen (el neoliberal).
Así que este día el presidente intentará convencernos de que el gobierno de la Cuarta Transformación avanza con paso firme para llevarnos a la Tierra Prometida, al Paraíso Terrenal.
Pero en una sociedad plural, desigual y contradictoria como la nuestra, la unanimidad no existe; hay oposición, desacuerdos y resistencias. Esto provoca frecuentes choques y conflictos. La “verdad oficial” no convence a todos.
La luna de miel que empezó aquel 1 de julio de 2018 decae. El bono democrático que recibió el presidente está disminuyendo. Los niveles de aprobación que tenía AMLO en sus primeros meses de gobierno y que llegaron a alcanzar el 80% hoy presentan una considerable depreciación que la ubican en porcentajes que un 59%. Pese a ello AMLO sigue siendo un presidente con un fuerte apoyo popular. Se le reconoce como un mandatario con gran habilidad para comunicar, carismático, incansable y con una gran capacidad para despertar la esperanza en millones de mexicanos. Un hombre que se comporta como un ángel guerrero que combate en una guerra santa contra la podredumbre de la política. Pero también es un ave de tempestades. Divide y escandaliza a la sociedad.
En dos años al frente del gobierno el balance de resultados es de luces y sombras. Se le aplaude su lucha contra la corrupción e impunidad, sus programas sociales en apoyo a la población más vulnerable (“Por el bien de todos, primero los pobres”); la política de austeridad que ha desterrado lujos y excesos en la alta burocracia (“no puede haber gobierno rico, con pueblo pobre”); la desaparición de la guardia pretoriana –el Estado Mayor presidencial-; la venta del Avión Presidencial, “que no tiene ni Obama”; los esfuerzos por mejorar el sistema de salud con la creación del Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI) que sustituyó al Seguro Popular. Aunque por otro lado se le critica por el mal manejo que ha hecho de la pandemia que ya ha dejado más de 64 mil muertos.
El ejercicio del poder está desgastando a López obrador. Se le reprocha a él y a su equipo la sistemática incapacidad para gestionar los problemas que más afectan al país. De manera especial su falta de resultados en materia de seguridad pública. En los dos años que lleva su gobierno 60,100 personas han sido víctimas de homicidio doloso. La estrategia de “abrazos y no balazos” no ha funcionado. La militarización de la seguridad pública no ha logrado detener los asesinatos, las desapariciones y el clima de inseguridad que vivimos día con día los mexicanos.
Por otro lado la falta de crecimiento económico y la pérdida de empleos es otro punto en contra. López Obrador prometió un crecimiento anual del 4% del Producto Interno Bruto. No lo ha conseguido. México ha entrado en recesión, el crecimiento económico es igual a cero. No sólo no vamos a crecer este año sino que habrá decrecimiento (un menos 18%). En un año se perdieron un millón de empleos y 30 millones de mexicanos han caído en pobreza por ingresos. Pero además el presidente ha mantenido una constante confrontación con la clase empresarial, lo que ha provocado incertidumbre y desconfianza en los inversionistas. Así mismo muchos le critican su ataque y acoso a los órganos constitucionales autónomos. En especial los que han estado dirigidos al Instituto Nacional Electoral (INE).
Preocupa, finalmente, esa pulsión por concentrar el poder en la figura del primer mandatario y que se interpretada como un intento de restaurar la presidencia imperial.
Conclusión: Hoy es día de Informe Presidencial y es ocasión para dejar a un lado la autocomplacencia, ejercer la autocrítica, reconocer lo que ha fallado y corregir el rumbo.