Alethia Muñiz Ramirez, Investigadora DMA -IPICYT- y Abraham Heriberto García Campoy, Investigador de la Facultad de Ciencias, UASLP.
Las cactáceas, esas plantas espinosas que dominan los paisajes áridos son mucho más que simples habitantes del desierto. Son guardianas de los ecosistemas secos, refugio de numerosas especies y parte fundamental de la identidad cultural y ecológica de México. Sin embargo, su supervivencia está en riesgo debido al crecimiento urbano, la sobreexplotación y el cambio climático.
México es el país con mayor diversidad de cactáceas en el mundo, con 670 especies registradas, de las cuales 518 son endémicas. San Luis Potosí, en particular, es uno de los estados con mayor riqueza en estas plantas, con 151 especies registradas, muchas de ellas de gran importancia ecológica y cultural. Los desiertos y zonas semiáridas de la región albergan una enorme variedad de cactáceas que no solo adornan el paisaje, sino que desempeñan un papel crucial en el equilibrio del ecosistema.
Su capacidad de supervivencia se debe a mecanismos extraordinarios de adaptación. Han desarrollado estructuras especializadas, como la transformación de sus hojas en espinas, lo que reduce la pérdida de agua y las protege de los depredadores. Además, cuentan con tejidos internos capaces de almacenar grandes cantidades de líquido, lo que les permite resistir largos periodos de sequía. Su piel está recubierta por una cutícula cerosa que minimiza la evaporación y les ayuda a soportar temperaturas extremas. Algunas especies, como los saguaros, pueden alcanzar hasta 16 metros de altura, mientras que otras, como las biznagas, han desarrollado cuerpos compactos y redondeados que les permiten resistir climas adversos.
Más allá de su impresionante biología, las cactáceas desempeñan un papel esencial en los ecosistemas áridos, proporcionando refugio y alimento a insectos, aves, murciélagos y pequeños mamíferos. Sus raíces contribuyen a la conservación del suelo, evitando la erosión y favoreciendo la retención de agua, lo que ayuda a mantener la estabilidad del ecosistema.
Pero su importancia no es solo ecológica. En México, las cactáceas han sido parte de la vida cotidiana y la cultura desde tiempos prehispánicos. Los nopales y los xoconostles han sido aprovechados como alimento durante siglos, ya que aportan fibra, antioxidantes y minerales esenciales. Su bajo contenido calórico y alto valor nutricional los convierten en una opción saludable para la alimentación. Además, el peyote, es utilizado por diversas comunidades indígenas en ceremonias espirituales y prácticas medicinales ancestrales.
A pesar de su resistencia, muchas especies de cactáceas están en peligro debido a su lento crecimiento y a las crecientes amenazas que enfrentan en sus hábitats naturales. Algunas apenas crecen de uno a dos centímetros por año, lo que las hace especialmente vulnerables a la extracción ilegal con fines ornamentales. La expansión de la agricultura, la ganadería y el desarrollo urbano han reducido drásticamente sus poblaciones en la naturaleza. También enfrentan amenazas por el comercio ilegal, ya que muchas de estas plantas son altamente valoradas en mercados internacionales, donde coleccionistas buscan especies raras sin considerar el impacto ambiental de su extracción.
Para hacer frente a esta problemática, en México se implementó la Norma Oficial Mexicana NOM-059-SEMARNAT-2010, que protege a 269 especies de cactáceas clasificadas en distintas categorías de riesgo, desde «sujetas a protección especial» hasta «en peligro de extinción». Además, a nivel internacional, se firmó el acuerdo CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres), un tratado global que regula y controla la venta internacional de estas plantas. Su propósito es evitar el comercio ilegal y garantizar que cualquier intercambio comercial no ponga en riesgo la supervivencia de las especies en su hábitat natural.
El 10 de octubre se conmemora en México el Día Nacional de las Cactáceas, una fecha destinada a resaltar su importancia y promover su conservación. Sin embargo, más allá de regulaciones y celebraciones, la protección de estas plantas depende de la conciencia y participación de la sociedad. Existen diversas acciones que cualquier persona puede tomar para contribuir a su conservación. Evitar la compra de cactáceas extraídas ilegalmente, optar por adquirir plantas provenientes de viveros certificados y promover su cultivo en jardines y espacios urbanos son algunas de las medidas más efectivas. Además, es crucial fomentar la educación ambiental desde temprana edad para generar una cultura de respeto y aprecio por estas especies.
San Luis Potosí, con su gran diversidad de cactáceas, es un ejemplo claro de la importancia de estos ecosistemas y de la necesidad de preservarlos. Entre las especies que destacan en el estado se encuentran las biznagas gigantes, los garambullos, los cardones y los viejitos, plantas emblemáticas que han formado parte del paisaje y la identidad de la región por siglos. La conservación de estos organismos no solo beneficia al medio ambiente, sino que también tiene un impacto positivo en la economía local, pues la producción sostenible de cactáceas puede generar oportunidades de desarrollo sin comprometer su existencia en la naturaleza.
Las cactáceas no solo embellecen los paisajes del estado de San Luis Potosí y de todo México, sino que son clave para el equilibrio ecológico y el bienestar humano. En un mundo donde la biodiversidad está en constante amenaza, su capacidad de adaptación es un recordatorio de la resiliencia de la naturaleza. Protegerlas no es solo un acto de conservación, sino un compromiso con el futuro de nuestros ecosistemas y de las generaciones venideras.