Por: Alma Gutiérrez Ibarra
Marzo 30, 2020
Unas de las principales preocupaciones, sino es que la única, del presidente Andrés Manuel López Obrador desde que tomó posesión el pasado 1º de diciembre del 2018, es mantener (y aumentar) su popularidad entre la mayoría de los mexicanos. Pienso que es tal vez ese ego inconcebible el que lo lleva a gobernar como lo ha hecho desde hace un año y casi 4 meses.
Sin siquiera consultar la última encuesta de su popularidad presidencial, podría asegurar que si antes tenía la confianza de al menos 7 de cada 10 mexicanos, a estas alturas esa cifra se redujo a 4 de cada 10, y es fácil percibirlo en mi entorno cercano donde el enojo ciudadano ante las malas decisiones presidenciales va en incremento.
Si medimos los resultados del gobierno obradorista en cifras de muertos durante el 2019 basta recordar que de acuerdo a las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, al cierre del 2019 se registraron 34 mil 583 homicidios, que es la cifra más alta de los últimos 20 años, con un promedio de casi 95 asesinatos por día.
Respecto al tipo de cambio hay también resultados negativos ya que la constante variación de las calificaciones crediticias a México creó un ambiente de incertidumbre seguido de la pérdida de valor de nuestra moneda frente al dólar; lamentablemente la situación empeoró en las últimas semanas y vendrá a más a consecuencia de la crisis que se vive a nivel mundial por la pandemia del coronavirus.
Hay otros factores que podríamos utilizar para evaluar un año y 4 de meses de administración, pero tampoco le son favorables. No hay fomento a la inversión privada, pública o extranjera, y al contrario, se utilizan supuestas consultas ciudadanas para evitar que los estados incentiven la llegada de nuevas inversiones a sus estados, como sucedió en el caso de la planta cervecera Constellation Brands.
La inversión pública queda limitada a nada, a excepción de las macro obras que el presidente “se entercó” en realizar a pesar que hubo estudios que indicaron lo contrario: el aeropuerto de Santa Lucía, la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya, porque del resto se sabe poco o nada; carreteras comunales hechas por los propios habitantes sin seguir las normas establecidas, sin estudios de factibilidad ni todo lo que requiere cualquier obra, solo porque “el dinero llegue a mano directa de la gente” y no haya más corrupción.
Ni hablar de otros rubros como los índices de inseguridad, la deuda externa, las calificaciones de riesgo o el que usted quiera analizar. Y apenas va un año y 4 meses, pero tenga seguro querido lector que, por México, espero que este panorama no siga como hasta ahora y por fin, Andrés Manuel quiera dejar de ser el eterno candidato presidencial y decida ser el presidente.