Toño Martínez
Agosto 30, 2020
Cuando la humanidad comienza a cifrar esperanzas en las vacunas que por lo menos 6 países están a punto de producir, pareciera que el COVID tramara una terrible venganza para llevarse a cuántas más personas pueda a la tumba, como demuestra el más reciente reporte del Comité Estatal para la Seguridad en Salud dónde aparece un número siniestro: 91 de los más recientes fallecidos no tenían factores de riesgo.
Un dato más para cimbrar es que son cada vez menores de 60 a los que sucumben.
Eso ocurre no solo en México sino en el mundo y el bichito endemoniado se empeña en atacar una y otra vez, con mayor potencia mutante que reinfecta a quienes celebraban haberse salvado después de superarlo.
La realidad es que el SARS COV2-19 no da tregua, alimentado no solamente por factores de riesgo como la diabetes, hipertensión, tabaquismo, obesidad cultivados por nosotros mismos por conductas irresponsables de salud, como también por desdeñar protocolos sanitarios de auto protección.
Pero le estamos ayudando a su trabajo apocalíptico con elementos conductuales como el reventar la recomendación de no reuniones pues cada vez son más frecuentes las fiestas, parrandas, jugadas clandestinas de suertes, de azar, salir de compras, saludar de mano y beso, y abrazar y los contagios se disparan.
Se ha mal entendido la liberación de ciertas restricciones para reanudar actividades necesarias laborales, y se olvidan las recomendaciones como cubrebocas, lavado de manos, uso de gel y la sana distancia.
El Covid se burla, se fortalece, rebasa las edades y no entendemos ¿a cuántos amigos, familiares, vecinos, figuras públicas veremos sucumbir antes de las vacunas?
No bajemos la guardia, no nos creamos invulnerables por tener 12, 20, 40, 50 años. Eso ya no cuenta. La bestia vigila, nos acecha lista para dar el zarpazo letal.
