Toño Martínez
Noviembre 26, 2019
Solo hasta Octubre de 2019 había sido asesinadas 2,833 niñas, adolescentes y adultas en el país.
En casa, 8 millones han sufrido golpes, quemaduras, asfixias o heridas por sus parejas o padres.
¿Maldición?, ¿anatema?, ¿víctimas de un complot demoniaco para extinguir a las creadoras de vida sobre el planeta tierra?
La respuesta parece quedar en el aire pero la realidad espantosa no: Las mujeres, bebés, niñas, adolescentes, jóvenes adultas, solteras o casadas, sufren en el siglo XXI el peor de las persecuciones y abusos y odio que superan incluso el trato discriminatorio, de tercera clase que recibían desde los albores de la humanidad, y en las distintas culturas ancestrales del Mundo.
Si, ahora, cuando la ciencia, la tecnología, el conocimiento dispara la capacidad creativa y razonamiento del ser humano, las mujeres viven uno de los peores momentos de exterminio.
Es en todo el Mundo, no solo en México.
Pero no en todo el Mundo se ha disparado tanto la criminalidad contra el sexo femenino como en México; en 10 años, la violencia contra mujeres se cuadruplicó pero en tres creció 104% con un resultado de 2,500 asesinadas – de los casos registrados y catalogados- y eso sin considerar el caso particular de Ciudad Juárez, Chihuahua donde en 25 años han matado a 1,775 de acuerdo con datos a los datos tiene el Índice Mundial de Paz, y el Secretariado Nacional de Seguridad Pública.
Ahora, en el 2019 bajo un nuevo régimen de Gobierno que prometía ser diferente y controlar la violencia, los niveles de homicidios de mujeres entraron en una espiral espantosa como lo dice el registro del Secretariado Nacional de Seguridad Pública, con 2, 833 muertas, y aun no cierra el año.
Pero que cree, de acuerdo con datos del Observatorio Ciudadano Nacional de Feminicidios, apenas el 25% han sido reconocidos como feminicidios y así se investigan; el resto son considerados dolosos aunque para el caso es lo mismo: las víctimas han sido mujeres.
Lo más triste, lo desesperante, lo que da rabia es que los crímenes contra mujeres suceden minuto tras minuto, y las voces de quienes salen a protestar, de quienes exigen alto a la violencia, que paren los feminicidios, se pierden en el vacío por un factor aberrante: La impunidad, y la ausencia de una estrategia inteligente de seguridad – no política- que las proteja.
El caso es el mismo; no hay un esquema de seguridad enfocado a las mujeres en el Gobierno federal, los 31 estatales y los 2,458 municipios para protegerlas.
San Luis Potosí no es la excepción pues solo este año han ocurrido 16 feminicidios – dos de ellos en las últimas 36 horas.
Por eso, la furia con que las mujeres salieron a protestar en las marchas realizadas en diversas ciudades del país – y del Mundo-, para celebrar el Día Internacional para Eliminar la Violencia contra las Mujeres, sus gritos, consignas, alaridos de impotencia sus propuestas y consignas en pancartas, lonas y escritas en paredes como: “Mata a tu violador”, “Nos queremos vivas”, “Cerdos policías” –también han violado y matado mujeres en muchos casos-, “Castren a los malditos violadores”, “El silencio es letal en el maltrato a la mujer, atrévete, se valiente y denuncia al agresor” –así sea novio, esposo, concubino, familiar, pariente, vecino, funcionario, político, ejecutivo- no solo se justifican, sino que movieron la sensibilidad de miles, de millones de mexicanos para reaccionar y sumarse a demandar justicia, pero justicia real no la de discursos políticos.
Esa justicia que como planteaba el filósofo Pierre Dubois, “Es la que llega cuando y como corresponde; la justicia que no llega cuando corresponde ya es injusta.
Que hubo excesos en las protestas como los cometidos por encapuchadas en la Ciudad de México que pintarrajearon monumentos, destrozaron aparadores, prendieron fuego, arrojaron artefactos contra elementos de seguridad, atentaron contra edificios históricos, golpearon a uno que otro reportero es indebido si; pero el acoso, la violencia en sus hogares o en la calle, escuela o sentir pánico salir a la escuela, trabajo, de compras, a las iglesias o simplemente a divertirse es infinitamente peor.
La frase de la pakistaní Mala Youzfsazai “Nuestros hombres creen que ganar dinero y dar órdenes son la base del poder; no creen que el poder está en las manos de una mujer que cuida de todos durante el día, y da a luz”, resume la dignificación de la mujer.
No podemos permanecer ajenos al escenario de vulnerabilidad que sufren, porque también tenemos madres, hermanas, familiares, parientas, amigas, vecinas mujeres.
Esa lucha por su defensa debe ser de todos, sin excepción; eso implica no quedarnos cruzados de brazos, no callarnos cuando estemos presenciando, escuchemos o sepamos que una mujer es golpeada, acosada, maltratada, y denunciemos ante las autoridades a los autores, pero también ante organismos no gubernamentales creados para su defensa, que muchas veces son más eficaces que las primeras.