Toño Martínez
Enero 16, 2020
Jamás, se ha dicho y se comprueba una vez más, se deben tomar decisiones que afecten igual a una persona que a millones, cuando nuestro raciocinio está enajenado por el coraje, sentimiento de venganza, odio, resentimiento o por delirios de grandeza.
Pero eso exactamente es lo que ha venido marcando las determinaciones que ha venido tomando como presidente de la República Andrés Manuel López Obrador.
Ya ven, la alharaca que armó en campaña anunciando que vendería el avión presidencial que compró Enrique Peña Nieto, y nomás no pudo al contrario, en ese ir y venir de México a Estados Unidos le costó al país miles de dólares por renta de hangares, mantenimiento, aduanas y otras cosas.
A fuerza impuso la construcción del aeropuerto de Santa Lucía y cancelación del de Texcoco. Solo para cancelar contratos con empresas a cargo de la obra el Gobierno tuvo que desembolsar 71 mil millones de pesos.
El caprichito del Tren Maya costará hasta 8 mil millones de dólares y su redituabilidad sigue muy cuestionada.
A tontas y a locas aunque como siempre tenía “su datos”, López Obrador se salió con la suya al iniciar la construcción de la refinería de “Dos Bocas” cuyo costo, el de Andrés Manuel será de 8 mil millones de dólares pero que, de acuerdo con análisis de la calificadora Moody´s alcanzará los 12 mil millones de los billetes verdes, y su viabilidad está en duda porque si algo está pasando con el petróleo en México, es la pérdida de producción del hidrocarburo, independiente de que la tendencia mundial en materia de energía es apostarle a la eólica y solar.
Desmanteló las instituciones de apoyo a la producción del campo sin la mínima consideración a los campesinos que son quienes alimentan al país.
Y no hablemos de la falta de inversión pública, nacional y extranjera que padece nuestro México por las políticas obnubiladas del presidente contra el “capitalismo”, detrás de las cuales se aprecia la intención de implantar el socialismo.
En contraparte, otro de los pilares del socialismo como es apoyar a las masas con dinero o programas está distrayendo, mucho dinero que hace mucha falta para el desarrollo.
AMLO no puede regalar la riqueza que no genera, debe quedar claro.
Pero la culminación de tanta torpeza y otras, es borrar del mapa el Seguro Popular tras satanizarlo, para crear el Sistema de Salud y su brazo operativo el Instituto de Salud para el Bienestar, el dichoso Insabi.
Desde que arrastrado por el rencor y el afán de exterminar todo lo que oliera a instituciones y programas creados por presidentes anteriores como Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto o sea los que llama “neoliberales”, le pegó a uno de los más sensibles como el relativo a la salud pública borrando al Seguro Popular, y todos hemos sido testigos del espantoso desabasto de medicinas para niños y adultos que mueren de cáncer porque no se suministraban los fármacos a hospitales; el agravamiento de males crónico-degenerativos en millones de personas por la misma causa.
Las protestas de médicos y enfermeras por no poder responder al llanto y sufrimiento de los enfermos a causa de atroces dolores.
Culpó como es su costumbre a las empresas farmacéuticas de “compló” en su contra; a corruptos y una serie de sandeces para intentar justificarse, y todo para que hayamos llegado a Enero del 2020 con el peor esquema de atención a la salud pese a anuncios rimbombantes de que para diciembre de este año todo estaría caminando como relojito para que nadie se quede sin recibir atención médica y gratis.
Pero mientras, cuantos van a pagar la “cuota de sangre” de todo cambio.
Por algo hubo Gobernadores, como los de Jalisco, Aguascalientes, Querétaro, Nuevo León, Guanajuato y otros más que rechazaron adherirse y no estaban de acuerdo con que se quitara el Seguro Popular que, con sus defectos y fallas era un acierto porque daba por primera vez atención a los que no tenían ni Seguro Social ni Issste y salvó muchas vidas.
Cuando el presidente López Obrador deje de hacer creer que México, sus programas e instituciones nacen en su Gobierno y que lo anterior no existía, o que fúchila y guácala, otro escenario positivo vivirá el país.
Odiar no deja nada bueno, reformar, mejorar, innovar lo que al país sirve sí.
Junto con el rencor López Obrador tiene que despojarse de la soberbia y síndrome de deidad.
A poco cree que los mexicanos no se dan cuenta de lo que está haciendo.