Por: Alma Gutiérrez Ibarra
Mayo 16, 2019
“Con el objetivo de incrementar la elaboración de productos de mayor valor agregado en el país, cuidar la balanza comercial e impulsar el desarrollo económico y social del sureste mexicano, el Gobierno de México impulsa la construcción de la Nueva Refinería en Dos Bocas, Tabasco”, así lo indica la presentación del proyecto en la página https://dosbocas.energia.gob.mx/, que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador abrió para transparentar todo lo relacionado a Dos Bocas.
Y remata solo en su inicio: “para lograr este objetivo, Petróleos Mexicanos desarrollará este proyecto con los más altos niveles de eficiencia, transparencia y ética, buscando el mayor beneficio para la sociedad mexicana”. En papel todo se lee como un hecho histórico y de grandes beneficios para el país, sin embargo, para analistas expertos y calificadoras internacionales Dos Bocas prende señales de alarma para la economía nacional.
Sobre todo, luego de las formas que guarda el gobierno de la 4T para este tipo de obras y, como paso en el caso de la cancelación del NAIM en Texcoco, López Obrador privilegie las cuestiones políticas, sus intuiciones y caprichos, y desdeñe el conocimiento, la opinión de los expertos y estudios técnicos.
No debe ser un juego. Dos Bocas, al igual que el nuevo aeropuerto, comprometen una enorme cantidad de recursos públicos, lo cual obliga al gobierno a dejar de tomar decisiones personales y optar por un plan con pies y cabeza, con estudios de rentabilidad, impacto ambiental y factibilidad.
En el caso de la terminal aérea de Santa Lucía, el gobierno quedó evidenciado luego que su plan no contempló el Cerro de Paula, el cual se estima costará un reajuste presupuestal del 11.7 %. Sin embargo, el costo no se considera tal por López Obrador porque lo más importante es que prevalezca su voluntad presidencial y dar valor al hecho simbólico que busca que su gobierno marque un parteaguas para México.
Es por ello que ni el caso del NAIM ni en “Dos Bocas” se dará mayor peso a los costos económicos, a las complicaciones técnicas o legales, y mucho menos a los daños ecológicos de ambos proyectos. Lo único que cuenta es que el gobierno hará “lo que diga mi dedito”, traducido en brincar obstáculos, no escuchar las críticas y, si fuera necesario, pasar por encima de la ley.
Sin ir más lejos está el caso de la refinería que el presidente insiste en construir a pesar que las cuatro empresas que invitaron a la licitación restringida rechazaron realizarla por el lapso y costo impuesto por el gobierno: 3 años y 8 mil millones de dólares. Además, muchos expertos vaticinan su fracaso por el momento histórico por el que atravesamos a nivel mundial en donde otros países de avanzada apuestan sus recursos a transformar las energías fósiles por energía limpias.
En el capricho presidencial México quiere construir una nueva refinería con 6 que trabajan por debajo de su capacidad, y peor aún, construir Dos Bocas a pesar que el Instituto Mexicano del Petróleo no lo considero viable por ser hectáreas propensas a inundaciones, por no contar con terreno suficiente y estar lejos de los centros de consumo.
Lo anterior, amén de la demanda del Centro Mexicano de Derecho Ambiental que costó 13 millones 900 mil pesos; aun así, la obra sigue adelante con estos y otros graves errores que la llenan de improvisación y falta de visión a futuro.
Esta improvisación, además del incremento en el presupuesto estimado, seguro cobrará facturas aunque sea en el largo plazo cuando la historia no recuerde a Andrés Manuel López Obrador como lo quiere su ego: como un visionario, como un luchador social y protector de los menos favorecidos.
Ciertamente tampoco es tiempo de echar campanas al vuelo y falta mucho sexenio por avanzar para saber si lograra ese objetivo; su reto es terminar estas dos obras de gran magnitud: Dos Bocas y Santa Lucía, además del Tren Maya que también se encamina a ser un elefante blanco y que al igual que las anteriores pintan a quedarse inconclusas. Solo recordemos que bien reza un dicho conocido “lo que mal empieza, mal acaba”.