Toño Martínez
Septiembre 20, 2019
Espíritus o ángeles caídos, el demonio y sus legiones de maldad han sido desde la antigüedad y para las más diversas culturas, religiones y filosofías, parte intrínseca en el equilibrio conceptual del bien y el mal.
En el mundo de lo paranormal, la demonología es una división tocada con pinzas por investigadores, debido a las implicaciones negativas que puede tener para personalidades débiles y susceptibles de quedar influenciados por una entidad infernal.
Su trabajo, que fácilmente puede seducir a quienes pretendan convertirse en centro de atracción, o presumir “valor”, para internarse en los laberintos de lo desconocido, no es para provocar inducciones.
Sobre encuentros con demonios, en el Estado de San Luis Potosí no existen testimonios abundantes, lo cual se considera más como un afán por esconder y tratar de olvidar las horrendas experiencias que por no ocurrir.
Hay en cambio una relación de experiencias surgidas del colectivo imaginario y la leyenda urbana, que no pueden probarse como hechos reales pero que para quienes tuvieron contacto con los sucesos, fueron su verdad.
Entre estos hay relatos contradictorios; por ejemplo el de un jornalero extraviado en la Sierra de Tanchipa entre Tamuín y Ciudad Valles, quien desesperado por no encontrar el camino de regreso a su pueblo, pidió la ayuda de Satanás – a quien se relaciona siempre con lo negativo, lo malo, y se le apareció como un jinete vestido de negro, igual que el corcel.
Sin pedirle nada y pronunciar solo con voz cavernosa “aquí estoy amigo”, lo condujo hasta que toparon con la vía del ferrocarril, y luego desapareció. El jornalero pudo llegar a su domicilio.
Otro caso que por narración oral llegó hasta nuestros días, es el de Javier, un adolescente aborrecido por los vecinos de la colonia Cerillera por su conducta pendenciera y agresiva, cruzó un día una apuesta con la pandilla que lo seguía, para comprobarles que era tan valiente que ni al diablo le temía. Esto sucedería alrededor de los años 40.s.
Para demostrarles, se encaminaron hacia un terreno enmontado en el barranco del río “Valles”, donde el mozalbete comenzó a gritar “diablo ven para que veas que no te tengo miedo”.
Mientras lo hacía blandía un puñal mientras reía a carcajadas y lanzaba toda clase de imprecaciones.
Sus compañeros, se atrevieron a platicar días después, sacudidos aun por la terrible experiencia, que de repente comenzó a sentirse un extraño ventarrón, Javier fue envuelto en un tornado llameante que lo elevó por los aires.
Dijeron que el muchacho comenzó a girar mientras lanzaba gritos de dolor indescriptible.
Vieron como el cuerpo de Javier era aplastado por algo invisible y en cada giro la sangre escapaba de su cuerpo, hasta quedar con la cabeza doblada sobre su pecho y su ropa desgarrada. Enseguida cayó sobra las ramas espinudas de carnizuelos cuyas espinas terminaron por desgarrar su carne a flor de piel; estaba muerto y en su cada tenía un rictus de horror indescriptible.
La cultura popular ha establecido una jerarquía o lista de demonios que atacan con más frecuencia a los seres humanos, entre los cuales el peor es Belcebú, seguido de Lucifer, Astarot, Asmodeo, Ammon, diablos menores como íncubos, súcubos y otros más.
¿Pero que dice la Iglesia Católica al respecto?
Investigaciones plasmadas en documentales y libros, relatan casos de casas, edificios y sitios ocupadas por demonios en diversos países, que desatan un infierno de acosos mentales y físicos, agresiones contra sus habitantes y los rituales que fue necesario hacer para liberarlos.
Datos duros que nos llevan a reflexionar: El sacerdote Gabriele Amorth, quien fuera el exorcista principal de El Vaticano, fallecido apenas el 16 de Setiembre de 2016, a los 91 años, practicó hasta 1975 un total de 70 mil exorcismos para liberar a personas poseídas por demonios.
Advertía sobre la presencia cada vez mayor del demonio entre la humanidad, tanto que fundó la Asociación Internacional de Exorcistas, promovió que cada diócesis del Mundo contara con lo menos tres sacerdotes especializados en expulsar al diablo de personas posesas.
Lo atribuye a la decadencia espiritual y moral, al descomunal incremento de la violencia, guerras, abortos y a la ausencia de la presencia de Dios en los seres humanos, más seducidos por la maldad y su afición por el avance tecnológico que por buscar al Creador.
En cuanto a la Biblia, cita los encuentros que tuvo Jesús con el demonio, en los cuales siempre salió victorioso porque Él es luz y lucifer oscuridad.
Por lo que a México respecta, el coordinador del Colegio de Exorcistas, Guillermo Barba reconoció que los casos de posesiones se han multiplicado tanto en los últimos años, al grado de son insuficientes los sacerdotes liberadores para atenderlos.
San Pablo y San Malaquías, profetas, advertían que para cuando se acercara el fin de los tiempos, el demonio aumentaría su presencia a través de diversas expresiones como falsas religiones, mesías fraudulentos, surgimiento de anticristos representados por líderes mundiales proclives al dominio, guerras y destrucción del orden.
Este fue un asomo elemental al mundo de la demonología, solo como información.
Conviene señalar que en este rubro de lo paranormal, para los creyentes, el órgano informativo de El Vaticano, prensa ACI, establece que “… El creyente no puede ser poseído, ya que nadie puede esclavizar de nuevo a un creyente, ni obligarle a pecar (Rom 8:2). Además, somos el templo del Espíritu Santo que a su vez mora en nosotros (Rom 8:9). Esto implica que no debemos echarle la culpa a los demonios por nuestros malos pensamientos, más bien la culpa mora con nosotros (Stgo 1:14).