Por Adrián García Reyes
Noviembre 04, 2025
En un país de contrastes profundos como México, donde más de 68 pueblos originarios habitan y construyen territorio, la educación no puede —ni debe— seguir siendo una camisa de talla única. La educación intercultural es mucho más que una política educativa: es una propuesta política, cultural y social para desmontar la desigualdad estructural que ha marginado a comunidades enteras durante siglos.
Frente a modelos centralistas y homogéneos, la educación intercultural no busca “incluir” a quienes estaban fuera, sino reconocer que nunca debieron estarlo. Como afirma el antropólogo Gunther Dietz, “la interculturalidad no es un acto de caridad, sino de reciprocidad y reconocimiento”. En ese horizonte, las Universidades Interculturales han abierto grietas luminosas en el muro de la exclusión.
El 15 de octubre de 2025, la Universidad Intercultural de San Luis Potosí (UICSLP) cumplió 14 años de existencia. Su historia no se ha construido desde los grandes núcleos urbanos, sino desde los márgenes: 11 campus distribuidos en zonas rurales y semirrurales, desde la Huasteca hasta el Altiplano. Lugares donde, antes de su llegada, no existía educación pública de nivel superior.
Desde diciembre de 2023, bajo la rectoría del Mtro. Héctor González Picazo, la institución ha consolidado una etapa de expansión y estabilización. Hoy cuenta con una matrícula superior a 3,400 estudiantes de licenciatura, de los cuales el 59% son mujeres. Ese dato es más que estadístico: confirma que la universidad también es un espacio donde las brechas de género comienzan a cerrarse desde las regiones históricamente postergadas.
Matlapa continúa como la unidad académica con mayor número de estudiantes, seguida por Ciudad Valles, Tamuín, Tancanhuitz y Tanquián de Escobedo, todas con crecimientos sostenidos en matrícula de nuevo ingreso durante el ciclo 2025–2026.
Pero la cifra que mejor sintetiza el espíritu de esta universidad no se mide únicamente en cantidad. Muchos de sus estudiantes son hablantes de lenguas originarias —principalmente tenek, náhuatl y xi’iuy— en un país donde apenas el 6.8% de jóvenes indígenas entre 18 y 24 años cursa estudios superiores (ENIGH 2024). Estar allí no es solo estudiar: es resistir, reafirmar identidad, romper brechas históricas.
La UICSLP ha logrado consolidar un modelo que va más allá del aula. Su enfoque intercultural se materializa en programas educativos con pertinencia comunitaria, investigación vinculada a problemáticas locales y prácticas en territorio que devuelven conocimiento a las comunidades, en lugar de extraerlo. Es una apuesta pedagógica que comprende que no hay aprendizaje significativo sin contexto.
En San Luis Potosí, los gigantes no están en rankings universitarios globales ni en laboratorios de élite. Están en las comunidades que resguardaron su lengua cuando hablarla era motivo de burla; en las abuelas que cargaron agua desde kilómetros para que sus nietos pudieran estudiar; en los padres que sembraron maíz para pagar transporte; en los jóvenes que cruzan caminos de terracería para llegar a clase.
Cada estudiante que pisa la UICSLP trae consigo una genealogía de resistencia. Y cada egresado representa una victoria contra siglos de marginación.
El 14° aniversario de la UICSLP no es solo una ceremonia institucional. Es la constatación de que la alternativa educativa intercultural no solo existe, sino que respira, crece y transforma. Celebrar su historia es celebrar la posibilidad de un país que no exige renunciar a la identidad para acceder a la educación, sino que la reconoce como fuente legítima de conocimiento.
En un México donde el neoliberalismo ha pretendido convertir la educación en mercancía, la educación intercultural se sostiene como un acto de dignidad colectiva. No es periférica ni marginal: es central para construir un futuro donde la diversidad sea fuerza, no estigma.
Si este país logra mirar más lejos, será porque camina, una vez más, a hombros de gigantes comunitarios, que hoy encuentran en la UICSLP no solo un aula, sino un espacio digno para construir otros futuros posibles. Una universidad donde nadie tiene que dejar de ser quien es para aprender, y donde el conocimiento nace del territorio, de la memoria y del diálogo entre saberes.
Ese es el camino. Y desde San Luis Potosí, ya se está recorriendo.