El llanto de las sirenas.

Por: Octavio César Mendoza

Octubre 29, 2025

Lo dijo el propio Secretario General de Gobierno, J. Guadalupe Torres Sánchez: «Gobierno del Estado es aliado de todas las instituciones de San Luis Potosí porque de ello depende la Gobernabilidad misma». Y esto es totalmente cierto: la columna vertebral del estado de bienestar es la paz social, y esta proviene del buen entendimiento entre todos los personajes que ocupan un liderazgo en el Mapa de Cuerpos Sociales. Y en este Potosí infinito, todos los liderazgos han tenido la puerta abierta a lo largo de los 4 años en que José Ricardo Gallardo Cardona ha estado al frente del Poder Ejecutivo del Estado. Todos, sin excepción, han estado frente a uno de los dos personajes antecitados para resolver o dar cauce a la resolución de diversas problemáticas que se originan en distintos sectores. El educativo es uno de ellos.

Las crisis institucionales que se han presentado en dicho sector no son, ni de lejos ni de cerca, responsabilidad del Gobernador o su Secretario General, sino de las mismas entidades forjadoras de sabiduría y transmisoras de conocimiento, sean públicas o privadas. Buscar culpables de la propia ineptitud en otros lados, y no dentro de sí mismo, es un intento de distracción que no resuelve los problemas de fondo y omite el necesario ejercicio de autocritica. Es más fácil arrojar bultos que limpiar la casa y aclarar las cuentas, porque así como la belleza, hasta el victimismo cansa.

En ese sentido, todos tenemos una responsabilidad qué cumplir de acuerdo a nuestras circunstancias históricas, y en el caso de quienes ejercemos nuestro derecho a la libre expresión mediática, aunque no es necesario aclararlo, es incuestionable que nuestras posturas sólo nos representan a nosotros mismos, y no son (somos) raros los casos de quienes siendo parte de una institución, a su vez, somos críticos del sistema o de los subsistemas sociales, empezando por los opinólogos, pasando por los articulistas y hasta llegar a los caricaturistas. Dentro del universo de las ideas, nuestras peculiaridades intelectivas ocupan un lugar por sí mismas; y a pesar de que pueden ser calificadas como apropiadas o incorrectas según el ángulo desde el cual se observe nuestra labor, son expresiones con voluntad propia. Al menos a mi nadie me indica que escribir, dibujar, pensar o sentir.

Comprendo que nadie goza de simpatía absoluta o, como reza el refrito refrán, «Nadie es monedita de oro» y por ende, no a todos les agrada la forma de ser ejercer el sagrado y libre albedrío de Equis o Yé, pero hay que acostumbrarse a escuchar, leer, reflexionar, cuestionar y ser cuestionados como si esa fuera no sólo la mejor sino la única forma de entender el mundo del cual cada quien es núcleo, eje, centro o Diosito mismo. Ahí nomás depende de la dosis de soberbia con la que escriban los flamígeros dedos.

Luego de eso, se procede a equiparar razones, argumentos y posibles verdades: ¿Es más grave ser acusado de ladrón o de asesino, de violador o de abusivo, que de expresar una opinión, un juicio, una crítica o una queja? ¿Es lo mismo acusar desde la comodidad del anonimato (a veces involuntario) que poner nombre y apellido (de prestigio, trayectoria y valor, quiero decir) a una columna de opinión personal? ¿Vale más de Tin Marín que de Do Pingüé? El lector y sólo el lector tiene la última palabra.

Lo que se dé se cierto, porque no lo supongo, es que a través de la opinión diversa se forja comunidad, pues aquello que nos brinda apariencia de verdad o mentira a unos, nos refleja lo contrario a otros. Y nada, ningún «tema» puede quedar fuera de la discusión. Prohibido prohibir hablar de lo que se nos pegue la santa o endiablada gana.

Sí, hay quienes a pesar de los años y de los daños aún no comprenden que a las palabras se las lleva el viento, y a veces las regresa, y que toda opinión de verano llega a su otoño, al cual sucederá el invierno. La única palabra escrita en piedra es la de las olas: ese mantra frente al cual el pensamiento no puede hacer cosa más inteligente que callar.

Oremos: No hace falta ser adivino para saber que durante los siguientes dos años por venir, pase lo que pase, ahí estarán don Pollo y don Lupe para ver qué se puede o debe hacer para llevar a buen puerto todo barco descompuesto en altamar; aunque luego les inventen el bulto de que por culpa de ellos y no de sus capitanes se les agüe la quilla y ahí anden repartiendo culpas con infundado llanto de sirenas.

Mejor vámonos al Xantolo porque efímera es la vida como el pan de muerto.