Ángel Castillo Torres.
Agosto 07, 2023
Fernando “N”, el desquiciado sujeto que fue poseído por la pulsión de muerte ya fue capturado por la Policía de Investigación // Los orígenes del mal, un diagnóstico desde la psicología // El Tribunal de la Opinión pública ya lo condenó // La indignación colectiva se expresó a través de las redes sociales // El fantasma de la impunidad se está diluyendo, se hará justicia // Ni perdón, ni olvido //
Está en nuestra naturaleza, es un monstruo que habita en las profundidades de nuestro inconsciente. Es un instinto impetuoso, primitivo, arcaico, siempre preparado para emerger a la superficie y hacer daño. Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, lo llamó Tánatos, instinto de muerte o pulsión de muerte. Al desarrollar su teoría de los instintos, Freud identificó dos grandes pulsiones de vida que luchan permanente para dominar nuestra conducta.
De un lado Eros, en la otra, Tánatos. Dos fuerzas antagónicas enfrentadas permanentemente en una lucha encarnizada para definir quién gana la batalla para dominar nuestras emociones. Eros, nuestra parte luminosa, creativa y guardián de la conservación y reproducción de la vida defendiéndonos siempre del monstruo para evitar que progrese su perversa maldad. Pero los impulsos destructivos de este engendro son porfiados, tercos, no se rinden nunca, siempre nos empuja a abrazar lo abominable, lo oscuro, la pulsión de muerte que habita en nuestro inconsciente, ese motor que impulsa la furia mortal que se expresa a través de la violencia.
Fernando “N”, hijo predilecto de Tánatos.
A través de las redes sociales fuimos testigos de la trastornada y abusiva conducta de Fernando “N”, cuando golpeó de forma despiadada a un niño de 15 años en un establecimiento de comida rápida. Ver esas escenas de abuso extremo nos indignaron. Nos fue inaceptable admitir que un hombre de ese físico fuera capaz de aplicar tanta saña sobre un indefenso y enclenque adolescente. Al golpearlo, El Tiburón parecía poseído por el demonio. Entre más golpes aplicaba, más perdía el control sobre sí mismo. Era la maldad de Tánatos manipulando la loca conducta del agresor.
No hay duda de que Fernando “N” es un enfermo, un loco de atar. Pero ¿cómo es que un candidato al manicomio como éste salvaje llegó a ser como es? ¿dónde está el origen del mal? ¿Qué experiencia traumáticas vividas durante su infancia dañaron su personalidad?
Sin duda este caso es perfecto para comprobar lo determinante que resultan las primeras vivencias que forman nuestra personalidad. La psicología nos propone algunas teorías que pueden darnos luz sobre este caso. Veamos.
El Tiburón es el típico caso de un niño que en su temprana infancia vivió en un entorno amenazante; padeció abusos, privaciones, falta de atención y múltiples violencias; Es altamente probable que haya tenido un padre ausente y fuertemente desvalorizado. Un papá que no aparece en ningún caso como representante de la autoridad, ni de la ley. Y para cerrar la pinza, una figura materna ambivalente, que pasaba de la sumisión a la agresividad, del afecto a la indiferencia, de la rigidez moral a la complicidad. Esta situación caótica impregnó la vida de Fernando desde muy pequeño. De seguro también fue víctima de episodios de abandono. El ambiente hostil en que creció lo marcó hasta convertirlo en un adolescente impulsivo, desconfiado, violento y poco empático. Las experiencias dolorosas que lo marcaron en su niñez lo convencieron de que tenía que defenderse y ser el primero en ganar la partida; debía provocar temor, imponerse a los demás a base de golpes. Quizás por eso las artes marciales le apasionaron porque a través de ellas podía empoderarse y tener ventajas defensivas frente a los demás.
Una persona con este historial acaba desarrollando una baja autoestima, la cual esconde en una apariencia de sobrada autosuficiencia, creyéndose la encarnación de un samuray, un guerrero invencible, y, si alguien llegase a dudarlo, a los golpes acudía para demostrar su superioridad.
Se fue formando como un bato loco bueno pa´los chingazos. Pero al mismo tiempo desarrollo una estrategia convenenciera, se hizo abusivo, gandalla, hábil para buscar pelea solo con alguien que no le significara una derrota humillante.
La indignación se expresó a través de las redes sociales.
De forma rápida, sin jerarquías, ni un liderazgo visible, el abuso cometido por Fernando “N” explotó en las redes sociales. Fue tal la indignación que provocó su aberrante conducta que en unas horas el fenómeno se convirtió en nota nacional. Y aunque al principio las autoridades quisieron mantener en bajo perfil la infamia, el suceso los rebasó y no les quedo de otra que empezar a ponerse las pilas.
Fueron los ciudadanos quienes proporcionaron la identidad y domicilio del chacal como una forma de presionar a las autoridades para que detuvieran al desquiciado sujeto. Pero algo raro ocurrió al principio de esta tragedia. A pesar de saber dónde encontrarlo las autoridades se vieron lentas.
A raíz de esto empezaron a correr rumores de presuntas complicidades para proteger la huida de este cobarde golpeador. Pasaron las horas y Fernando “N” se convirtió en un fantasma, se esfumó. En la opinión pública y en los medios de comunicación se instaló la desconfianza, ¿Quién lo protege? ¿Por qué? El sospechosísimo se apoderó del imaginario popular. Piensa mal y acertaras, era la convicción de todos.
Las autoridades, en un principio, fueron rebasadas y exhibidas por incompetentes. Para muchos, la incapacidad para detener a este Tiburón en fuga despedía un olor a complicidad. La oportunidad de encarcelar a este abusivo sujeto, en flagrancia, se perdió por dejadez. Los mal pensados leyeron esta ineptitud como una coartada para regalar un manto de impunidad al agresor, confiando, tal vez, en que el tiempo serenaría los ánimos. Pero hubo tanta indignación local y nacional por este caso que finalmente entendieron que no podían darle carpetazo a esta infamia y menos obsequiar misericordia a este hijo de Satanás.
Habrá ceviche de tiburón.
NI PERDON NI OLVIDO para este sujeto. La presión social y mediática exige para este perro rabioso un castigo ejemplar que lo mantenga en la cárcel por muchos años. Afortunadamente este episodio de bajeza humana ya dio un giro de 180 grados en el momento en que la Policía de Investigación logró la captura de la hiena el pasado viernes 5 de agosto. En efecto, poco antes de la una de la tarde de ese día Fernando “N” fue capturado y presentado ante la Fiscalía General del estado. Martín Serrano Gómez, director de la Policía de Investigación le calló la boca a los mal pensados y consumó la captura del Tiburón. Con su encarcelamiento el gobierno de Ricardo Gallardo se anota un valioso punto y disipa cualquier sospecha de complicidad institucional. “En San Luis Potosí no cabe la impunidad” escribió el primer mandatario en un mensaje a los medios de comunicación luego de la captura del abusivo sujeto. Ahora habrá que confiar en que los abogados de la Fiscalía General del estado integrarán con eficacia la carpeta de investigación para que este enfermo sujeto no salga de la cárcel. Todo el peso de la ley debe caer sobre el prepotente y sanguinario Tiburón.
Post Data. A mis lectores les informo que estaré dos semanas de vacaciones. Al término de ellas retomare la elaboración de mis artículos de opinión. Muchas gracias por leerme.