Toño Martínez
Una verdadera incongruencia en el ámbito de la seguridad, la ley y la justicia en México es considerar a las cárceles como un depósito de descartados sociales donde la rehabilitación es utopía en la mayoría de los casos, y la reinserción social difícilmente se alcanza.
Cada vez que vemos las declaraciones triunfalistas del Gobierno y de las instancias responsables de la seguridad informando entre reflectores sobre la captura de homicidas, narcotraficantes, traficantes de personas, desapariciones, secuestradores, violadores o extorsionadores pasamos por alto reflexionar en si verdaderamente retribuirá algún beneficio a la sociedad golpeada como nunca por la inseguridad pues, como se ha demostrado siguen operando desde las cárceles a través de cómplices en la calle para cometer los mismos delitos incluso con mayor violencia y crueldad porque no se aplican verdaderos esquemas de control, vigilancia y orden, y es común que funcionarios y guardias terminan corrompidos por internos para permitir los autogobiernos dentro, traficar y hasta instalar tecnología sofisticada para mantener el contacto con sus grupos afuera.
El manejo de las prisiones en México está a cargo del Órgano Administrativo Desconcentrado para la Prevención y Readaptación Social es decir los CEFERESOS que teóricamente son espacios para sentenciados y personas en transición, pero en los hechos no reúnen lo necesario para lograr ese objetivo. Por principio los reclusorios están sobrepoblados y en algunos hay hasta 2O internos por celda en condiciones insalubres, con infraestructura defectuosa que desde luego no favorecen la rehabilitación y menos la reinserción a la sociedad.
La población carcelaria en el país oscila en alrededor de 250 mil personas y el 35% han sufrido actos de corrupción, violencia, abusos o agresiones por grupos de control lo cual se convierte en detonante para el surgimiento de motines. Hasta el 50% no están sancionados.
En su editorial del 20 de septiembre de este año que titula «Reinsertar no Castigar» el Semanario católico Desde la Fé que edita la Arquidiócesis Primada de México, señala que la justicia no se reduce a castigos, debe abrir caminos a la rehabilitación, la esperanza, la reinserción porque la verdadera seguridad se logra acompañando y reintegrando vidas, no descartándolas.
La cárcel, añade, debe ser un puente de regreso a la comunidad. Y cita como ejemplo el evangelio que dice «Estuve en la cárcel y no me visitaste” como ejemplo de que un interno no debe ser abandonado sino acompañado para su renovación en el respeto y los valores de la persona, la suya propia.
De muy poco servirá la captura de delincuentes todos los días si en las prisiones no se les proporcionan las herramientas especiales para cambiarlos y se pueda lograr el restablecimiento del orden, la paz y la seguridad en el país.