Toño Martínez
Enero 20, 2024
Durante cerca de 80 años de existencia el Partido Revolucionario Institucional (PRI) creado por Plutarco Elías Calles luego de regímenes militares que gobernaron al país tras culminar la Revolución Mexicana, y para apoderarse del control político de todos los sectores de la vida nacional, impuso como uno de sus principios para asegurar la fidelidad de su militancia un concepto distorsionado de lealtad mediante el cual nadie podía criticar, oponerse y mucho menos pensar diferente a las decisiones de sus cúpulas, pues quien lo hacía era considerado un traidor y lo expulsaban y estigmatizaban.
Así se vino dando el dominio político absoluto de los trabajadores, clase popular y del campesinado, es decir la totalidad de quienes componían la estructura laboral y económica; no obstante que su eslogan decía pomposamente «Democracia y Justicia Social» en la práctica era, como calificó el escritor peruano Mario Vargas Llosa, una dictadura perfecta.
Poco a poco surgieron grupos que se fueron apoderando del partido guiados por la ambición de poder político y económico que dieron al traste con la democracia interna estableciendo un control absoluto para simular procesos libres de elección de candidaturas convenientes a sus intereses y no los de la gente, lo cual vino engendrando inconformidad pero sin atreverse a manifestarlo para no arriesgarse a que los expulsaran.
En contraparte el PRI a través de sus gobiernos fue capaz de construir las grandes instituciones en educación, salud, vivienda, justicia, igualdad que sostienen la base de la República.
Pero los excesos, la corrupción, abusos, marginación, ambición y codicia lo vinieron debilitando hasta pasar de haber sido la primera fuerza política al tercer lugar.
El individuo echó a perder los ideales priistas que hoy están empolvados.
Lo mismo pasa con el Partido Acción Nacional (PAN) y con el Partido de la Revolución Democrática (PRD), mientras que las nuevas fuerzas políticas, MORENA y Verde Ecologista Mexicano (PVEM) están convertidos en partidos de un solo hombre y no ofrecen alternativas democráticas.
Por el lado del tricolor y pese al desvalijamiento del mismo persisten personas que llevan sus principios arraigados y no se rinden en la adversidad sin cerrarse a opciones de la nueva realidad política. Pongo dos ejemplos de resiliencia entre otros más que se colocan en la confianza de los electores para aspirar con sustento a candidatos a presidente de la capital del Estado, Enrique Galindo Ceballos y Juan José Ortiz Azuara en ciudad Valles.
¿Porqué razón? Porque la capital potosina como Valles son cajas de resonancia e influencia política para sus respectivas regiones.
Ambos son personas con capacidad de adaptación a los cambios políticos, confiables, de experiencia y resultados, calados en los hechos para responder a los nuevos desafíos de sus pueblos.
La mezcolanza actual de partidos e ideologías confunde al electorado y por ello se percibe la creciente tendencia popular a seguir el dicho popular que dice «más vale viejo por conocido que nuevo por conocer»
No es tiempo de arriesgar el desarrollo de los pueblos.