¿Es el principio de la desdolarización?

Por: Disidente

El debate sobre la hegemonía del dólar en el comercio internacional atraviesa un punto de inflexión. El bloque BRICS —Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, además de otros países emergentes que buscan sumarse— ha colocado sobre la mesa un tema que incomoda a Washington: la desdolarización.

Esta estrategia, lejos de ser una ocurrencia coyuntural, responde a un contexto en el que las sanciones financieras, la volatilidad global y la necesidad de autonomía han llevado a varias economías a explorar alternativas. En palabras simples, se trata de reducir la dependencia de una sola divisa y fortalecer los pagos en monedas locales.

Ejemplos concretos ya existen. India y Rusia realizan cerca del 90% de su comercio bilateral en rupias y rublos, mientras que Moscú y Pekín operan mayoritariamente en yuanes y rublos. Más allá de la técnica financiera, lo que está en juego es la capacidad de los países emergentes para blindarse frente a sanciones y mantener un flujo estable de bienes estratégicos como petróleo, tecnología y alimentos.

El trasfondo es evidente:

Sanciones financieras que limitaron a Rusia el acceso al sistema SWIFT y a sus reservas en dólares.

Autonomía económica frente a las decisiones de la Reserva Federal de EE.UU.

Cooperación Sur-Sur, que fomenta acuerdos bilaterales más equitativos y reduce costos transaccionales.

No obstante, conviene matizar. El dólar sigue siendo la columna vertebral del sistema financiero internacional: representa más del 80% de las transacciones globales, según el FMI. Ninguna moneda emergente posee aún la liquidez, la convertibilidad ni la confianza suficiente para desplazarlo de manera inmediata.

De ahí que hablar del “fin del dólar” resulte exagerado. Lo que sí estamos presenciando es un movimiento que erosiona poco a poco su monopolio, abriendo paso a una multipolaridad financiera que hasta hace algunos años parecía impensable.

Los BRICS avanzan en direcciones distintas: mientras Rusia y China muestran urgencia por romper con el billete verde, India y Brasil se mueven con cautela, conscientes de su estrecha vinculación con los mercados occidentales. Esto augura un proceso desigual y prolongado.

La desdolarización no es, por ahora, una revolución consumada, sino el inicio de un reacomodo global. Tal vez no veamos la desaparición del dólar, pero sí su gradual convivencia con otras monedas fuertes en un escenario donde el poder económico se reparte cada vez más entre varios polos.

El desenlace aún es incierto, pero una cosa parece clara: la geopolítica del siglo XXI no solo se jugará en los campos de batalla ni en los foros diplomáticos, sino también en la arquitectura monetaria que defina quién paga, cómo paga y en qué moneda paga.