Formas actualizadas de esclavitud

Dr. Jaime Chalita Zarur

Septiembre 11, 2021

El mundo, cambia en razón a la tecnología y, su indiscutible servicio, sobre todo a las generaciones que han nacido con ella. La ciencia, despreciada, se abre paso con autonomía que celebro mucho, aun cuando los intereses hegemónicos en nuestro país, se opongan.

¿La democracia moderna, se ha convertido en una forma por demás actualizada de esclavitud? La sobre regulación de los ciudadanos del mundo, pareciera que la sufrimos, a expensas de quiénes son responsables para que sea respetada la ley y debiera ser generalmente aplicada con la medición igualitaria para todos, y no para seguir con aquello de “a mis amigos: justicia y gracia; a mis enemigos: justicia a secas”.

Una vez que se llega a la representación popular de cualquier país en el mundo, tendría que haber la congruencia y puntualidad del cumplimiento de las leyes para todos. Así, quienes se encargan de ejecutar las normas jurídicas, igualmente deberían velar por su indistinta aplicación. ¿Por ello la impunidad?

La guerra, en cualquier parte del mundo, la pelean muchas personas jóvenes, que ni siquiera se conocen, ni se odian (Erich Hartmann) pero que, quienes mandan, se conocen muy bien y, además se odian mucho. ¿Será esto lo qué pasa en nuestro país, con tanta polarización provocada cada día?

¿En qué nos hemos dejado convertir los seres humanos? En esclavos de quienes mandan. Pero ¿no debería mandar el Pueblo? La sociedad debería reaccionar a favor de un crecimiento en conciencia social, porque, mientras no suceda, seremos los esclavos modernos de quienes gobiernan.

Hoy mismo, en cualquier lugar del Mundo, se están librando guerras que buscan asegurar hegemonías de poder y, con ello el dinero en manos de unos cuantos. ¿Las formas de hacerlo? Muchas y variadas.

En nuestro país, no es la excepción. Todos los días hay que pelear y descalificar lo que los demás hacen. No solo el Presidente de la República Mexicana, lo hacemos también nosotros que, pensando resolver nuestras carencias diciendo o, haciendo mal lo que nos toca hacer, peleamos sin responsabilidades personales, como si quisiéramos que los demás se esfuercen y los propios no. Se ausentan acciones en búsqueda de consensos y se acentúan, las tendientes al pleito pendenciero.

¿Se vale transformarnos y con ello transformar nuestra vida gregaria e institucional? Estoy seguro que sí. ¿Qué precio habría que pagar? Desde luego el necesario cuando lo que se persigue es beneficiar a la mayoría de la población, haciendo que progrese, generando riqueza; pero jamás a costa de una visión unipersonal y apasionadamente autoritaria.

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