Galindo y el canto de las sirenas.

Ángel Castillo Torres.

Abril 16, 2024

La leyenda afirma que su canto era seductor, fascinante. Provocaba un maleficio en las emociones de cualquiera que lo escuchaba. Los hombres enloquecían al oír sus cánticos. Según la mitología griega quienes entonaban estas bellas melodías eran mujeres hermosas, de cuerpos magníficos, mitad hembra, mitad pez: las fabulosas sirenas.

De ahí que el término “el canto de las sirenas” es utilizado hoy en día para referirse a la habilidad que emplea un seductor para atrapar a su víctima, utilizando su labia, usando halagos que destilan miel o manejando artificios que permiten al cazador de vanidades tripular el cerebro de algún ingenuo o presuntuoso. La expresión tiene su origen en antiguos mitos que cuentan los marineros de todas las épocas.

Quizá el relato más conocido es aquel que se cuenta en La Odisea cuando el intrépido Ulises en su larga travesía de retorno a Ítaca ordena a sus hombres que se tapen los oídos con cera porque se acercaban a la isla donde habitaban las sirenas; y él, que no podía frenar la curiosidad de vivir la experiencia de escuchar a estos seres mitológicos se hizo amarrar al mástil de su barco con la orden de que pasara lo que pasara, no lo desataran. Pero el valeroso Ulises no sabía que el canto de las sirenas lo traspasa todo, así que el héroe de Troya por unos minutos enloqueció al escuchar a las sirenas que de forma sensual lo llamaban de la siguiente manera: “vamos, famoso Ulises, gran honra de los aqueos, ven aquí y haz detener tu nave para que puedas oír nuestra voz”. Pero lo que en realidad querían las malvadas sirenas era que la embarcación de Ulises se estrellara en los acantilados de la isla donde ellas habitaban.

Este relato fantástico ayuda a entender la transformación que ha ocurrido en la personalidad de Enrique Galindo, alcalde de la capital. Luego de dos años y medio al frente del Ayuntamiento de la capital y de haberse convertido en uno los personajes más significativos y exitosos del mundillo de la política local, el Súper Policía se siente soñado, casi una deidad.

Y dado que en cualquier momento solicitará permiso a su Cabildo para separarse del cargo e ir a la campaña electoral para alcanzar la reelección, será muy útil que nuestro alcalde tenga cuidado de no perder el piso al escuchar el canto de las sirenas. Muy bien lo saben los psicólogos: “¿quieres conocer la verdadera personalidad de alguien? Bueno, pues dale poder”. El poder sacará lo peor, aunque también y en contadas ocasiones, logrará que emerjan las mejores cualidades de un ser humano.

Mucho ha contribuido a que ocurra esta distorsión de temperamento en el alcalde el suministro de halagos empalagosos que un grupo de cortesanos le suministra diariamente; con cada sobada de ego, Galindo siente que se eleva, que levita, como en su tiempo lo hiciera San José de Cupertino, fraile napolitano, santo de la Iglesia católica (17 de junio de 1603 – 18 de septiembre de 1663).

Nos cuentan que en cada reunión de trabajo con sus funcionarios, asesores o equipo de campaña no hay quién le lleve la contra. Todo es condescendencia, halagos y aplausos. El espíritu rastrero de sus cortesanos es lo que domina en estas reuniones. Ejemplo: Pregunta el alcalde, ¿qué horas son? Y de inmediato un coro de voces le responde: “Las que usted quiera Señor Presidente”. Le tienen tomada la medida.

Saben que es narcisista y adicto al halago. Y como a la mayoría de este montón de serviles les urge quedar bien y ganar el favor del “Jefe” no tienen empacho en darle por su lado.

No hay en el entorno cercano del alcalde un amigo, asesor o funcionario que utilizando las herramientas del Pensamiento Crítico y Reflexivo (Escuela de Frankfurt) le ayude a interpretar la realidad más allá de las apariencias. No hay quien contradiga lo que el alcalde sostiene como verdades inamovibles. Su equipo y el alcalde viven en un mundo feliz y solo vislumbran un futuro promisorio, a saber, “Que ya tienen ganada la reelección”, “Que Sonia Mendoza no tiene con qué disputarle la alcaldía”, “Que todas las encuestas lo reconocen como uno de los mejores alcaldes del país” (Espejito, espejito…quien es el más bonito).

Qué peligroso para Enrique Galindo dormirse en sus laureles. Qué lamentable que una vez más haya incorporado a Fernando Chávez (el campeón de los aduladores) como su clandestino y vergonzante coordinador de campaña. Cierto que la escasez de cuadros profesionales y sin mancha de corrupción es lo que caracteriza las filas del PRI, PAN y PRD; pero de ahí a que Galindo se juegue su futuro poniéndose en manos de consumados simuladores y desprestigiados grillos es jugar con fuego.

Afirman quienes están cerca de él que Galindo está subestimando a Sonia Mendoza. Su análisis de Fortalezas y Debilidades, Amenazas y Oportunidades con el que pretende iniciar su campaña es erróneo. El policía-alcalde ya debería saber que enfrentará una elección de Estado; que el gobernador Gallardo, todo su equipo y su partido (PVEM) utilizarán cuanto recurso políticos y económicos tengan para apoyar a Sonia Mendoza. Porque para el proyecto de continuidad del actual gobernador borrar del mapa a Galindo es condición sine qua non para lograrlo.

Además, el poder desgasta y en los dos años y medio que lleva gobernando el Ayuntamiento Enrique Galindo ha cometido errores, agravios y omisiones que le han hecho perder alianzas, simpatías y votos.

No hay que perder de vista que la capital es la joya de la corona, así que ir a la guerra electoral narcotizado por el canto de las sirenas es la peor fórmula para alcanzar el triunfo. Lo más conveniente sería que Galindo realizara un viraje hacia los métodos del pragmatismo (John Dewey, William James y Charles Sanders Peirce) o de perdido se asomara al realismo político que nos legó Nicolás Maquiavelo para aumentar sus posibilidades de éxito. Porque construir castillos en el aire luego de consumir abundantes dosis de halagos lo único que ocasionará es su derrota.

Enrique Galindo debe cuidar que su cerebro no se infecte de esa enfermedad emocional que los griegos llamaban Hybris, concepto que puede traducirse como “desmesura, orgullo y arrogancia”.   

Mucho le serviría también tomar el ejemplo de los grandes emperadores romanos que contaban con un esclavo que caminaba siempre a su lado para susurrarles al oído: “recuerda que eres mortal” (Memento mori).

En política la soberbia y la vanidad son pecados capitales. Se puede perder la cabeza buscando el poder. Así que lo más conveniente es ordenar un voto de silencio (ponerles un bozal) a esos aduladores de tiempo completo que siempre tiene a su lado, comenzando desde luego por el más siniestro y zalamero: Fernando Chávez. Porque escucharlos sin evaluar lo que le sugieren en pleno fragor de la batalla electoral que ya se aproxima puede llevarlo a cometer errores de estrategia.