Por: Rogelio Lizcano Hernández
Hablar a favor del socialismo en nuestro país y en todo el mundo occidental no es, digamos (Para usar un término actualmente en boga), políticamente correcto. Y no lo es, por la sencilla razón de que los Estados Unidos de Norteamérica se han encargado de estigmatizarlo mediante el control de los grandes medios de comunicación, que solo hablan pestes de ese sistema social y político y jamás destacan sus aciertos o aspectos positivos, como es su humanismo y su búsqueda de la igualdad de oportunidades para toda la población.
Existe toda una narrativa que acusa a los gobernantes que tienden al socialismo, de tacharlos de comunistas, sátrapas y tiranos; pero el asunto no para ahí, pues los norteamericanos, junto con sus aliados occidentales, se encargan de asfixiar la economía de los países cuyos gobiernos sean de ideología socialista. Los aíslan diplomáticamente, les aplican sanciones económicas y financieras y, a través de los medios de comunicación, se encargan de desprestigiarlos ante la opinión pública, en lo que se llama un “golpe de estado blando”.
Pero, si lo anterior no surte los efectos deseados, aún están dispuestos a derrocarlos, ya sea mediante un golpe de estado duro, por llamarlo de alguna manera y diferenciarlo del golpe blando o incluso de una invasión con sus propios marines. Ese ha sido siempre, desde surgió como nación, el modus operandi de los EE.UU. para reforzar su hegemonía en el mundo, llegando a ser el más grande depredador al intervenir en incontables golpes de estado, injerencias en la política de otros países e invasiones, a grado tal que ellos mismos reconocen que “No tienen amigos, sino solo intereses” generados para su propio engrandecimiento.
Y precisamente un día como hoy, 11 de septiembre; pero del año de 1973 (Hoy se cumplen 50 años), que los opositores de la derecha y extrema derecha del espectro político chileno, apoyados por el gobierno norteamericano del presidente Richard M. Nixon y su secretario de estado, Henry Kissinger, mediante la CIA (Central de Inteligencia Americana) y grupos radicales fascistas como el Frente Nacionalista Patria y Libertad, pero, principalmente por las fuerzas armadas chilenas, perpetraron un artero golpe de estado contra la administración del presidente Salvador Allende, el primer presidente socialista democráticamente electo en el mundo. Allende arribó al poder, no por medio de las armas, sino por el voto de los chilenos en las urnas, pues él era un pacifista y un humanista.
Aún desde antes de su elección, las fuerzas opositoras intentaron que Allende no accediera al poder y, una vez instalado en el gobierno, el presidente socialista instauró varias medidas que no agradaron a esos opositores, como la Reforma Agraria y el proyecto de nacionalización de la industria del cobre. Grupos radicales de izquierda y de la ultraderecha, se enfrentaban entre sí en las calles, generando inestabilidad social. La prensa opositora al gobierno, empezó a difundir sistemáticamente, duras críticas contra la administración de Allende y, como consecuencia de ello, los oligarcas empezaron a migrar fuertes capitales hacia otros países con objeto de protegerlos. Los industriales empezaron a disminuir la producción de alimentos y otros productos de primera necesidad, agregándose a ello la huelga de los transportistas y comerciantes, lo cual generó una gran incertidumbre e inestabilidad en el país.
Muchas de estas acciones que generaban inestabilidad fueron promovidas y financiadas por la CIA norteamericana, pues tenían instrucciones del propio presidente norteamericano Nixon y de su secretario de estado, Henry Kissinger, de asfixiar la economía chilena y así propiciar la caída del régimen socialista, dentro del marco de la Guerra Fría que por esa época se libraba contra la Unión Soviética y que tenía como objetivo impedir la llegada del comunismo a Latinoamérica. Aunque Nixon y Kissinger siempre negaron su participación en el golpe de estado, esto finalmente salió a la luz pública 25 años después de ese acontecimiento, al liberarse los archivos correspondientes que se habían clasificado como Top Secret y se dieron a conocer al público en general. Ahí se supo que la misión de derrocar a Salvador Allende había recibido el nombre de Proyecto FUBELT, mejor conocido como Track II.
Estos conspiradores, como los miembros del fascista partido Patria y Libertad, aún llegaron al asesinato para allanar el camino al golpe de estado, como ocurrió con el intento de secuestro y posterior asesinato del general René Schneider, por ser defensor de la doctrina que llevaba su nombre, consistente en el respeto de las instituciones civiles y la no injerencia el ejército en la política de la nación, lo cual era un obstáculo para los fines de los opositores. Al general Schneider lo sustituye el general Carlos Prats, quien dura un breve tiempo en el poder y, al dejarlo, recomienda a Salvador Allende que ponga en su lugar al general Augusto Pinochet, quien finalmente lo traiciona y es el ejecutor del infamante golpe de estado.
Las fuerzas de la Armada, de la Fuerza Aérea, de los Carabineros y del Ejército, todas comandadas por Augusto Pinochet, bombardearon desde el aire y desde tierra al Palacio de la Moneda, lugar donde se había resguardado el presidente, quien finalmente cae asesinado, según una versión o suicidado según otra. Al gobierno democrático de Salvador Allende, lo sustituyó la tiranía de Augusto Pinochet, quien ejerció toda una era de terror persiguiendo a los militantes izquierdistas, asesinando a miles de ellos, prohibiendo la libertad de prensa, se disolvió el Congreso y se prohibieron los partidos políticos, violando flagrantemente los derechos humanos de la población, situación que permaneció hasta el año de 1990, año en que retornó la democracia al sufrido pueblo chileno.
Bueno, alguien se preguntará ¿Y de qué me sirve conocer esta historia? ¿Qué sentido práctico puede tener para nosotros ahora? Pues nos sirve para que todos estemos alertas ante cualquier indicio de golpe de estado contra nuestro actual gobierno, de lo cual no estamos exentos porque, como bien decía don Benito Juárez: “La Reacción nunca baja la guardia”.