Ángel Castillo Torres
Marzo 16, 2021
“La rebeldía es la vida: la sumisión es la muerte. El derecho de rebelión no lo entienden los tiranos. Bendito momento aquel en que un pueblo se yergue. Ya no es el rebaño de lomos tostados por el sol, ya no es la muchedumbre sórdida de resignados y sumisos, sino las huestes de rebeldes que se lanzan a la conquista de la tierra, ennoblecida porque al fin la pisan hombres”. Ricardo Flores Magón, en el periódico “Regeneración” del 10 de septiembre de 1910.
El dirigente nacional de Morena, Mario Delgado Carrillo y su sacristán, Alejandro Rojas Díaz Durán, se niegan a aceptar que la rebeldía e indignación de sus compañeros en San Luis Potosí es legítima y se nutre en los principios que dieron origen al Movimiento de Regeneración Nacional.
Desde su nacimiento Morena fue una utopía. Un sueño revolucionario que aspiraba a transformar los usos y costumbre de la política mexicana. Nació para luchar contra los vicios de un régimen agotado. Así que su llegada al poder no fue para reciclar prácticas decadentes. Pero resulta que aquí en San Luis Potosí sus dirigentes nacionales hacen todo aquello que prometieron erradicar desde aquel 9 de julio de 2014 cuando Morena fue reconocido oficialmente como partido político. Han cerrado la puerta a la democracia interna, manejan el partido con criterios patrimonialistas, imponen candidatos, agravian a los militantes fundadores, a esos que durante años aportaron su cuota de sangre, sudor y lágrimas para que su movimiento alcanzara el poder. Como alguna vez dijera el presidente López Obrador hay “mucho pueblo para tan pocos dirigentes”.
La sublevación
Pasan los días y el conflicto en Morena crece. El repudio por la imposición de la doctora Mónica Rangel es una herida abierta en el cuerpo doliente de este partido. Y ante el atropello ha surgido una respuesta valerosa de los agraviados. Gradualmente se ha consolidado un movimiento de resistencia que lucha para revertir la arbitrariedad o, por lo menos, dejar a salvo la dignidad de los militantes. Los inconformes denuncian, toman las calles y estropean los actos de campaña de Mónica Rangel para deslindarse de una candidata a la que consideran espuria. “No somos lo mismo”, parecen decir los inconformes.
Esto ha provocado que el inicio de campaña de la doctora se haya malogrado. Los militantes y simpatizantes de Morena no la dejan en paz. Conspiran en silencio y le estropean sus eventos de proselitismo. Esto ha provocado que la candidata ande siempre temerosa de sufrir un nuevo sabotaje. Y como respuesta desesperada ella ha decidido victimizarse; utilizar como coartada el cuento de que está sufriendo violencia política por razones de género. Con ese pretexto la candidata intenta silenciar las voces que la cuestionan. Incluso, sin dar razones de tiempo, modo y circunstancia afirma que ha sido amenazada. Por ello ya ha solicitado al gobierno que le asignen escoltas para que la protejan.
Sería muy grave que deveras la hayan amenazado, pero es inevitable que surjan dudas, ¿quién o quiénes lo hicieron?, ¿cuándo?, ¿por qué?, y en todo caso, como explicar que tanto la Fiscalía General del estado como el CEEPC afirmen que no han recibido ninguna denuncia al respecto.
Los incrédulos bien podríamos desconfiar de su relato y pensar que ante el fracaso de su campaña sus asesores le han recomendado utilizar como pretexto la teoría de la conspiración. Es decir, culpar de su desgracia a un malvado grupo de conspiradores.
A este presunto complot el senador suplente Alejandro Rojas Díaz Durán ya le ha puesto nombre y apellido. Afirma el deslenguado fantoche en funciones de delegado especial que hay infiltrados en la campaña de Mónica Rangel. Incluso se atrevió a señalar como responsables de la hueviza que sufriera hace unos días el dirigente nacional Mario Delgado Carrillo a trabajadores del Ayuntamiento de Soledad y a partidarios de Gabino Morales Mendoza. Para sostener sus temerarias acusaciones el imitador de José Stalin no aportó ninguna prueba, por ello ya se ha ganado la fama de serpiente venenosa. Condecoración a la que hay que sumar la de “metiche” que le han otorgado los morenistas del estado.
Como conclusión podemos afirmar que Mónica Rangel y Mario Delgado Carrillo se hayan atrapados en un callejón sin salida y que la campaña de la doctora va de mal en peor.