La Corrupción, el Cáncer que Detiene a México

Por: Profr. Marcelino H. Martínez

Hablar de corrupción no es descubrir nada nuevo, pero sí es necesario hacerlo una y otra vez, porque sigue siendo la herida abierta que no deja sanar a nuestro país. Desde tiempos antiguos, cuando el poder se convirtió en un privilegio para unos cuantos, la corrupción encontró terreno fértil en la ambición, en la impunidad y en la falta de valores cívicos.

En teoría, la transparencia y la rendición de cuentas deberían ser los antídotos; en la práctica, se han vuelto simples discursos de ocasión. La corrupción no se combate con declaraciones, sino con educación, con civismo, con el ejemplo que se enseña desde casa y se refuerza en las escuelas. Solo así podremos formar generaciones capaces de entender que servir al pueblo no es aprovecharse de él.

Hoy, México continúa atrapado en la red de funcionarios que ven el poder como botín y no como responsabilidad. Políticos que legislan para su beneficio, líderes que se olvidan del pueblo apenas sienten el peso del cargo, y sistemas que castigan al honesto y premian al corrupto. Mientras tanto, nuestros pueblos siguen estancados en el atraso, pagando las consecuencias de decisiones tomadas a espaldas de la gente.

Los ciudadanos ya están cansados. Cansados de la impunidad, del robo disfrazado de gestión, de los discursos vacíos que prometen un cambio que nunca llega. La corrupción no solo roba dinero, roba oportunidades, destruye la confianza, y mata el espíritu de una nación que podría ser grande si tan solo aprendiera a ser honesta.

México no necesita más leyes, necesita voluntad. No requiere más discursos, sino acciones. Solo el día en que la honestidad deje de ser una excepción y se convierta en norma, podremos decir que este país ha comenzado verdaderamente su transformación.