Toño Martínez
Julio 04, 2019
¿Que pudiéramos extraer del primer año de que Andrés Manuel López Obrador maneja el destino del país entre claro oscuros en un análisis objetivo?
Que un país, el que sea, y en este caso México, con todo y lo capaz y competente que pudiera ser su gobernante, si no existe equilibrio político, contra peso firme al poder, tendrá sobre el pueblo la amenaza constante de caer en un sistema autoritario, limitativo de libertades y con remedos de democracia para la toma de decisiones que a todos nos debe involucrar.
Queda claro, que en este lapso comenzamos a entender que más allá de los aparentes logros de López Obrador en la aplicación de políticas públicas que pregonan alcanzar la igualdad en el bienestar de los mexicanos, frenar el rezago de la dolorosa pobreza y en oportunidades, hay la intención oculta de dominio ideológico donde la democracia, es lo que menos cuenta y eso, es extremadamente peligroso.
Queda claro, que aquello que condujo al triunfo apabullante de Andrés Manuel López Obrador como fue la corrupción de los partidos políticos, construyeron reinados de poder para unos cuantos y sometimiento ignominioso de millones hasta colmar la tolerancia del pueblo, que terminó por darles la espalda, no es precisamente lo mejor que nos pudo pasar.
Los partidos políticos son el garante de la participación social en la toma de decisiones vitales como la elección de gobernantes, constituyen la base del pluralismo político donde florezcan las ideas que conduzcan a alcanzar una mejor convivencia social y bienestar de calidad.
Bajo esos conceptos, lo que deja el primer año de López Obrador al frente del país de los cuales 7 son como presidente, es la clara tendencia a la acumulación de poder en un solo hombre, cosa nada sana, nada conveniente para un país como el nuestro y su enorme potencial humano y en recursos para elevarse a mejores planos del desarrollo.
Es aquí donde, como hemos venido insistiendo en otras entregas, debemos entender que con todo y sus vicios, que desde luego tienen que ser borrados, los partidos políticos son -parafraseando la frase emblema del Gobierno morenista-, la esperanza de México para detener a tiempo intenciones perversas de instaurar un régimen fascista maquillando de solidaridad con los más pobres.
Lo entendemos nosotros, ciudadanos que vemos con preocupación lo que viene sino se alcanzan contrapesos al Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, pero los partidos parecen no reaccionar a la altura de las circunstancias.
A estas alturas, PRI, PAN, PRD y los de más reciente cuño, no han encontrado la vía para decirle a los mexicanos que con todo y su descomposición, nos daban certidumbre, que con todo y las deficiencias de instituciones públicas estaban ahí para atender la salud, empleo, crecimiento, bienestar, educación, libertades; que defendían libertades como las ahora amenazadas.
Pónganse a trabajar en lugar de destruirse en conflictos internos; despierten, entiendan el papel crucial que les toca desempeñar en el México de la confusión y tenebras ocultas.
Que muchos quedarán en el camino porque no tengan la capacidad de adaptación, poco importará frente a la causa suprema que es el pueblo de quien son representantes.
Un año, ha sido suficiente para encender los focos ámbar; son necesarios.