Por Rogelio Lizcano Hernández.
Era de esperarse que los opositores al actual gobierno federal aprovechasen el berrinche de Marcelo Ebrard para acusar de parcialidad el proceso para la elección del candidato o candidata de Morena para disputar la elección presidencial del próximo año. Han acusado, sin prueba alguna en sus manos, que todo fue objeto de manipulación para que al final resultase ganadora la Dra. Claudia Sheinbaum, la favorita del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Sin embargo, como bien dijo Jesucristo acerca de los fariseos: “Ven la paja en el ojo ajeno, mas no la viga en el propio”. Y estos modernos fariseos que son los líderes de la alianza Frente Amplio por México, han hecho otro tanto al magnificar las quejas acerca de ciertas irregularidades, propias de cualquier proceso electoral, para plantar la idea de que todo fue manipulado para hacer triunfar a la doctora Claudia Sheinbaum. La realidad es que la sangre no llegó al río pues las irregularidades detectadas no fueron determinantes para influir en el proceso.
No obstante, el procedimiento con el cual se llevaron a cabo las encuestas de Morena para determinar candidato o candidata para disputar la silla presidencial el próximo año, no deja duda alguna acerca de la transparencia, eficacia y profesionalismo con que se llevaron cabo. Desde un principio las reglas fueron muy claras y el mecanismo fue diseñado de la siguiente manera: se tomaría una encuesta por parte de Morena y cuatro más que servirían como “encuestas espejo”, para asegurar que la encuesta principal, es decir, la de Morena, no se separase significativamente de ellas pues, en caso de hacerlo, eso significaría que estaría siendo objeto de manipulación.
Cada aspirante a la candidatura presentó dos encuestadoras de su preferencia y todos, salvo Noroña, así lo hicieron y de esa manera se tuvieron diez encuestadoras y se realizó un sorteo en presencia de los representantes de cada aspirante para garantizar la transparencia del mismo, a fin de que quedasen cuatro de ellas, para fungir como encuestadoras espejo, todas ellas de reconocida trayectoria, como Heliga, Buendía, De las Heras y Mercaei, mientras que el CEES, Centro de Estudios Estadísticos y Sociales de Morena tomó la encuesta principal.
Pero, además, 32 casas encuestadoras, tales como Roy Campos, El Financiero y otras, realizaron 32 encuestas distintas, en 32 muestras distintas de la población y con 32 metodologías diferentes a lo largo ya ancho del país. Cada una de estas casas encuestadoras, aplicaron dos encuestas por mes durante los ocho meses que duró el proceso, resultando de ello la friolera de 512 encuestas y en todas ellas, se observa, casi sin variaciones, las posiciones que ocuparon cada una de las “corcholatas”, coincidiendo el resultado final con las cinco que participaron directamente en el ejercicio interno de Morena, lo cual da una total certidumbre de la limpieza del proceso en general.
Es por ello que no hubo sorpresa alguna cuando, el día de ayer, se confirmó lo que las encuestas mencionadas venían reflejando desde enero pasado, el triunfo de Claudia Sheinbaum. En consecuencia, no hubo el antidemocrático “dedazo” y, si acaso la figura del presidente pesó, eso fue de manera indirecta, ya que la población, sabiendo que ella es la más cercana y de mayor confianza de su primer círculo, no dudó en darle el espaldarazo.
En contraste, los de la casa de enfrente, rompieron con el método que habían elegido para designar a su candidato o candidata presidencial pues, a medio camino, presionaron a Beatriz Paredes para que declinase a favor de Xóchitl Gálvez, temerosos de que al final, fuese la tlaxcalteca la que se alzase con el triunfo, toda vez que la experiencia de esta, hizo ver muy mal a la hidalguense en los debate que sostuvieron. Y no podía haber sido de otro modo pues Beatriz Paredes es una mujer de sólida experiencia política, diputada, senadora, embajadora, presidenta del PRI y aún gobernadora de su estado, además de excelente oradora, situación que se aprecia en su brillante trayectoria. Contra esos grandes atributos de la tlaxcalteca, se dio de topes la vendedora de gelatinas y por eso hicieron declinar a Paredes a favor de Xóchitl.
Los dirigentes de la oposición argumentaron que, tomando en consideración la clara ventaja de Xóchitl en las encuestas, no se justificaba llegar a la final; pero, lo que no dijeron fue que, para que el ejercicio democrático fuese completo, se requería del voto de los 2 millones de personas que se registraron para ejercerlo, a quienes dejaron colgados de la brocha, totalmente menospreciados y ninguneados. Así que, con esa enorme viga en su ojo, solo acertaron a señalar la paja en el ojo de sus contrincantes de Morena. ¡Habrase visto mayor despropósito! Pero, en el pecado están llevando su penitencia, pues con ese brusco movimiento, han deslegitimizado la “victoria” de Xóchitl, ciertamente una pírrica victoria.