Toño Martínez
Abril 19, 2020
Cuando en mis tiempos de estudiante pasaba las vacaciones con familiares en la Huasteca Sur, Tamazunchale, sobre todo, me llamaba la atención la cantidad de personas obesas que atendían toda clase de comercios, rancheros o funcionarios o caminando por las calles, a quienes la gente erróneamente envidiaba catalogándolos como los «gordos llenos de vida».
Por las tardes muchos de ellos se reunían en negocios, casonas, bajos los árboles en patios, o en alguna cantina para pasar horas enteras sentados jugando baraja, cubilete o dominó mientras tomaban cerveza, tequila o wiski, comían botanas llenas de grasa semillas o cacahuates.
Me fui formando la idea de tanto escuchar y ver que los gordos hombres y mujeres pertenecían a una especie de casta divina en salud y estaban por encima de la gente común.
Cuando algún gordo fallecía la frase común era: «pero como se fue a morir si estaba lleno de vida».
Entonces por años seguí suponiendo que ser gordo era ser feliz. ¿Qué envidia no?
De pronto, cuando el sector salud nacional fue descubriendo un disparo meteórico en problemas de salud que tenían como detonante la obesidad, tales como diabetes, cardiovasculares, hipertensión, pancreatitis, columna vertebral y embolias se prendió la alarma y la idea que gordura era salud se escurrió como agua entre los dedos. Había estado terriblemente equivocado.
Relató este episodio precisamente en este momento cuando sucede que la epidemia de Coronavirus tiene entre personas con patologías derivadas de la obesidad a uno de los grupos de más alto riesgo de contagio y de fallecimiento.
Son cuerpos con sistema inmunitario débil, con bajas defensas y muy frágiles.
Ese grupo como los que sufren de Enfermedad Pulmonar Crónica, Tabaquismo, SIDA, o están sometidos a quimioterapias o son de avanzada edad y están mayormente predispuestos al contagio del COVID19.
Aclaremos algo para que no se llenen de terror; contraer COVID no equivale a estar sentenciados a morir.
Es entender que la prevención está a nuestro alcance con solo respetar y llevar a cabo las acciones para cerrarle la puerta al virus.
El lavado de manos, evitar lugares concurridos, preferentemente no salir de casa, la sana distancia y adoptar la correcta alimentación que es comer de todo pero poquito y variadito.
Otra cosa fundamental es no hacer caso a la causa de versiones en redes sociales sobre «descubrimientos» de remedios contra el Coronavirus, desechar las versiones de presuntos científicos, médicos, investigadores y hasta políticos que niegan la existencia del virus, hablan de conjuras mundiales para sembrar el pánico y dominar la economía de los países etc etc etc.
El COVID está por todos lados enfermando y matando gente pero lo podemos detener.
Las Secretaria de Salud del Estado, Mónica Liliana Rangel Martínez, el director de Salud Miguel Lutzow, el propio gobernador Juan Manuel Carreras López en sus conferencias diarias sobre el panorama del COVID, casi enronquecen y lloran al pedir a la gente que no salga, que se queden en sus casas, y a quienes se encuentran en grupos de alto riesgo como los señalados líneas arriba, dupliquen, tripliquen o quintupliquen los cuidados básicos para prevenir el contagio.
Ese es el secreto, no hay otro.