Por: Alma Gutiérrez Ibarra
Febrero 07, 2020
Se cumplieron cuatro meses de conflictos en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), los cuales iniciaron por un movimiento en contra de la violencia de género; a la fecha, son 23 las escuelas y Facultades en paro o tomadas por grupos disidentes, con la consecuente afectación a 161 mil alumnos. Algunos de ellos ya están hasta en riesgo de perder el semestre y el año escolar, mientras el asunto sigue sin resolverse.
El problema escaló al grado que muchos argumentan que este movimiento tiene un trasfondo y es manipulado por grupos ajenos a los estudiantiles y a la vida universitaria. No debería ser extraño para nadie esa hipótesis, sobre todo porque lo visto en cada una de estas protestas y paros es el vandalismo, la destrucción de las instalaciones, las pintas, los encapuchados.
Hoy ya, medios nacionales a través de notas y columnas, documentaron esta hipótesis para nada descabellada luego de analizar las formas y actos cometidos en contra de la Máxima Casa de Estudios del país y que estos no se relacionan con una legítima demanda para acabar con la violencia de género.
No hay duda que son grupos ajenos a la UNAM los que lograron infiltrarse muy al fondo de la vida universitaria para dañarla tan gravemente que en días pasados, y con la bandera de la desesperación, padres de familia y alumnos de la prepa 9 intentaron recuperar las instalaciones sin resultados. Este evento, que por fortuna no pasó a mayores, concluyó con la intervención de la policía para rescatar a las personas que intentaron sin suerte dialogar con los disidentes y recuperar su escuela.
Triste es que la vida universitaria se vea inmiscuida en este lamentable hecho y que su ritmo, que debe ser de crecimiento y sostén del engrandecimiento del país con profesionistas preparados para el futuro, se interrumpa a rajatabla por intereses mezquinos y alejados de lo que representa la UNAM.
En este momento por el que atraviesa México, se necesitan instituciones sólidas y fuertes acompañadas de justicia, de una mejor defensa de los derechos humanos y, sobre todo, de gobernabilidad basada en el Estado de Derecho; pero si esas condiciones no existen y ni las instituciones educativas se salvan de esta crisis, no hay grandes esperanzas de un desarrollo a largo plazo para el país.
Menos bajo un escenario de división social. Sin un estado con paz, que brinde seguridad ni haya prosperidad para la población en general. Que podemos esperar los mexicanos si en la UNAM, que debe ser el centro del conocimiento y el saber, se genera este caos y desorden social. Que esperamos de la situación en el resto del país.