Toño Martínez
Octubre 11, 2020
Septiembre del 2020 fue sin duda el periodo más gris en las celebraciones del valor patrio, ese que nos da identidad y cimiento de país, porque bajo el pretexto de la pandemia sanitaria las fiestas, colores, adornos en calles, el ornato en edificios públicos, comercios, vehículos y todos aquellos elementos propios como sombreros de pico, trompetillas, vestidos coloridos y hasta el pintado de colores nacionales en las mejillas, apenas si fueron visibles.
Muy pocas familias de reunieron para disfrutar de la deliciosa gastronomía mexicana como el pozole, taquitos rojos, tostadas, tamales, ensalada de aguacate y las aguas de horchata, naranja sandía o tamarindo
Raramente se escuchó más que por allá en alguna cervecería o grupo de jóvenes al calor de la cerveza o tequila el clásico «¡¡¡Viva México Cabrones!!!”, y si acaso unos cuantos vestían playeras del año pasado con alguna frase alusiva o estamos de un chile verde con sombrero y ojitos alegres dibujados.
Que tristeza y que vergüenza, que decepción pero también que riesgoso que nos estemos precipitando hacia el sofocamiento de aquello que significa y nos debe recordar nuestro orgullo patrio, ese valor que nos da cohesión, unidad propia entre naciones.
Que mal que estemos enterrando los legados culturales e históricos que surgen desde nuestras civilizaciones originarias y que han sobrevivido al sincretismo con la cultura europea y más tarde mueve a un puñado de valientes hombres y mujeres que, a costa de sus vidas iniciaron en 1810 el movimiento libertario para forjar nuestra autonomía y perfil de nación.
A ellos se debe precisamente, a Miguel Hidalgo, Leona Vicario, Josefa Ortiz de Domínguez, José María Morelos, Ignacio Allende, Mariano Matamoros, Guadalupe Victoria, los hermanos Juan e Ignacio Aldama, que tuvieron que morir torturados, humillados, fusilados o decapitados para liberarnos de la opresión y esclavitud a las que nos tenían sometidos los colonizadores ibéricos y que hoy es motivo de fiesta o debería ser.
¿Dónde nos perdimos? ¿Cuándo empezamos a sepultar y faltar al respeto a los forjadores del México magnánimo y generoso?
Porque hemos llegado al grado de permanecer sordos a un evidente intento de inculcarnos el culto a personajes ajenos a nuestra idiosincrasia y principios, que con todo y lo admirable de su ideario como Simón Bolívar, en lugar de exaltar a un Hidalgo, un Morelos y su ideario «Sentimientos de la Nación», que dio origen a una de las mejores Constituciones del Mundo con sus respectivas adaptaciones.
Intelectuales, académicos, investigadores, analistas, estudiantes, educadores, periodistas y quiénes amamos la libertad con fe en un futuro mejor con arraigo histórico, salgamos al rescate de nuestra identidad, valores y cultura mexicana.