Letra chiquita, dolor de cabeza y puerta a estafas

Toño Martínez

Febrero 13, 2020

Entre muchos de los temas y cosas que afectan severamente a la sociedad en su conjunto, pero que ni el Gobierno ni los diputados toman en cuenta para buscar formas de regular o desaparecer, está la famosa “letra chiquita” en contratos de todo tipo, desde préstamos en financieras con abonos chiquitos e intereses bajitos, -de esos que miles y miles de personas obtienen con facilidad y que al paso del tiempo se vuelven una pesadilla por el monto de intereses que alcanzan-, hasta en convenios internacionales como el Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá que nos dejan en estado de indefensión frente a los poderosos socios.

Las “letras chiquitas” han sido culpables de infinidad de problemas de enfermedades nerviosas, depresión, esquizofrenia y hasta suicidios, entre víctimas de contratos que nunca tuvieron la precaución de leerlas a la hora de firmar, o eran tan minúsculas que solo con lupa les entenderían.

Un ejemplo muy común es cuando usted cree las promociones bancarias que le ofrecen tarjetas de crédito y le pintan imágenes de gente sonriente, turisteando o comprando toda clase de chácharas con el plástico, y se engancha.

La emoción de traer la tarjeta siente que le da estatus, le asigna el poder de compra y hace que firme las diez o más hojas que le presentan pero ni siquiera lee su contenido por las microletras.

Pero sucede que se obliga a cumplir una serie de compromisos y comprar otros productos bancarios, y al pago de intereses que lo dejan hundido.

¿Quiere comprar una casa? Lo persuaden las inmobiliarias de adquirirla en cómodas mensualidades con “grandes ventajas” ofreciendo que tendrá tantos beneficios que hará de cuenta que vivirá en el paraíso.

Y resulta que esa “casita” que le costaría 800 mil pesos a pagar en diez años terminará liquidándola en 5 o 10 veces más porque la “letra chiquita” decía que el interés a pagar era mucho más del establecido, que aumentaría más allá d la inflación cada año, que debía comprar un seguro para mascotas, cuotas para mantenimiento del jardincito de tres por tres metros en el fraccionamiento, por recibir visitas, prender dos televisores, usar los lavaderos o el drenaje de descarga de la lavadora, dejar la basura en la banqueta y …. la lista es larga.

Algo tiene la dichosa “letra chiquita”, que hasta los grandes genios financieros y expertos del Gobierno en convenios internacionales como los que participaron en la firma de Tratados de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá cuando Carlos Salinas de Gortari y Andrés Manuel López Obrador, casi se van de espaldas al percatarse que no pudieron atención al contenido en letritas, donde se daba una serie de prerrogativas a los socios muy lesivas, desde modificar monto de aranceles a productos que exportáramos, restringir compras, obligar a cumplir normas laborales muy complicadas para emparejar con las suyas, y otras cosas más.

Chiquita pero picosa como dice la canción, pero la mini letra genera infecciones financieras graves o mortales entre los ingenuos que nunca las revisan en contratos y ya es hora de abordar el caso en los Congresos, legislar para que se eliminen de contratos.

Pero mientras, hoy, al rato o mañana cuando concerte algún contrato de cualquier tipo, compre una lupa de grado 20X, o hasta un telescopio para que lea las “letras chiquitas” antes de meterse en un lío que hasta esquizofrénico lo puede dejar.