Por: Alma Gutiérrez Ibarra
Septiembre 03, 2019
La férrea defensa que el Gobierno de la República, desde el propio titular del Ejecutivo Federal, Andrés Manuel López Obrador, ha hecho del actual director de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlet resulta inconcebible. Sobre todo a raíz de la investigación que publicó el periodista Carlos Loret sobre el imperio inmobiliario que posee la familia del político y ex priista.
Resulta también increíble para muchos mexicanos que no tienen condiciones ni acceso siquiera a comprar un pie de casa, que haya otros connacionales como el señor Bartlett que, con la mano en la cintura, sume 23 casas de lujo en las zonas más caras del Valle de México. Y no solo eso, sino que las ocultara a la Secretaría de la Función Pública y que pese a ello, no sea aún sometido a una investigación por parte del Gobierno.
Especialmente cuando la proclama del Gobierno es a mantener cero tolerancia a la corrupción y una total transparencia, lo cual, desde cualquier punto de vista, no puede ser posible sin que se inicie desde casa, tal como lo dijo el propio López Obrador “que la corrupción se combatirá como las escaleras de arriba para abajo”.
Amén del paraíso inmobiliario que se le adjudica a Manuel Bartlet y a su familia, están las 12 empresas que tampoco se encuentran en su “3 de 3”, y que desde luego, implican recursos millonarios no explicables aún y cuando argumenta que su fortuna la amaso “honradamente”.
El desgaste que este caso implica para el gobierno federal no puede estimarse, pero lamentablemente tampoco se ven visos que quiera evitarse ese mismo desgaste, ya que de boca del presidente no hay más que halagos y agradecimientos hacia Manuel Bartlet y su trabajo desempeñado en la CFE donde dice, “ha limpiado la corrupción”, lo cual se insiste resulta no sólo increíble sino hasta risible para quienes tenemos al menos dos dedos de frente.
Si antes me declaré incrédula de la buena voluntad de este gobierno con el caso de la CFE y Bartlet me resulta aún más difícil dar ese voto de confianza cuando no vemos más que un fuerte humo de corrupción y encubrimiento, como el que desprendería la maquinita “chu-chu” del señor Bartlet.