Toño Martínez Abordar el fenómeno social que esta provocando la música, canciones, imagen y signos de Marilyn Manzon (Brian Hugh Warner) como lo que acaba de ocurrir en San Luis Potosí capital no se puede tratar de manera superficial ni como simple motivo de escándalo mediático; de ninguna manera porque tiene implicaciones muy profundas para el comportamiento de grandes segmentos de la juventud vacía de principios, valores, de rumbo extraviado y llena de confusiones que están entre los factores detonantes del caos y decadencia que sacude al mundo.
Marylin Monzón es la antítesis de las normas sociales, preceptos religiosos, de elementos que dan orden y sustentabilidad a la comunidad humana: es el reflejo del espíritu rebelde y sin rumbo propio de la juventud que provoca y reta a romper las estructuras del poder pero no solo de resistencia al orden sino en una subliminal invitación a la violencia, sexualidad desenfrenada con una mezcla de ocultismo que conducen al retroceso.
El ritmo instrumental del Metal Industrial y /o Alternativo de Manzon es de por si un cañonazo que remueve las neuronas y mueve el cuerpo, hace gritar y te atrapa en una voragine de emociones y sensaciones fuera de todo control.
Si a eso agregamos las canciones que abordan transgresiones y reflejan tendencias a la destrucción más el uso de símbolos como la cruz con dos barras horizontales o Cruz de Loreta utiliza el efecto psicológico, es mayor para sus seguidores de su voz apagada.
Pero, ¿debemos condenar a Marylin Manzon por su música, figura e imagen contrarias a los modelos sociales, políticos y religiosos o hacer un acto de constricción para preguntarmos qué estamos haciendo nosotros familias para la atención, cercanía con los hijos, compañeros o compañeras, con la comunicación, con escucharlos y ayudarlos en sus divagaciones y protegerlos de entornos hostiles?
Marylin Manson nació de una madre católica y su primera formación fue en escuelas cristianas pero el contexto de la época lo absorbió y creó sus propios conceptos espirituales como pasa ahora con muchos jóvenes.
Marylin es también producto de este tiempo deslizante hacia trampas del caos pero no es su culpa que lo estén convirtiendo en un ídolo pagano, en un nuevo «becerro de oro» como el del pueblo de Moisés por pérdida de fe y espiritualidad.
Lo que pasó en San Luis Potosí con Marylin Manzon donde sus fanáticos llegaron a colocar una cabeza de vaca y un tapete con signos metafísicos en las puertas de la Catedral por haberse opuesto a la presentación, e incluso el gobernador Ricardo Gallardo en una actitud de complacencia y desafiante ignoró las peticiones del clero para impedir la actuación del cantante tiene mucho mayor significancia sobre la urgencia de voltear la mirada a la juventud; el potosino ha sido un pueblo de profundas raíces religiosas que durante siglos cimentaron la convivencia sana de la gente pero esto reveló el cambio de mentalidad que está sucediendo entre los chavos con pronósticos inciertos. Cuidado en buscar culpas ajenas.
