Más vale que tus hijos lloren hoy, y no que tú les llores mañana

Por: Profr. Marcelino H. Martínez

Noviembre 03, 2025

Llamado a los padres, madres y sociedad para recuperar los valores que dan sentido al futuro.

Hay una frase que resuena con fuerza en estos tiempos: “Más vale que tus hijos lloren porque les llamas la atención, que llorar tú por haberlos perdido en malos pasos.

”Y aunque suene dura, encierra una verdad que muchos padres, madres y educadores debemos asumir con valentía.

Hoy, en una sociedad donde la permisividad, la indiferencia y la falta de límites se confunden con amor, resulta urgente recuperar el valor de educar con firmeza, con responsabilidad y con ejemplo.

No se trata de imponer con violencia, sino de formar con amor, respeto y coherencia. Porque educar no es ceder ante los caprichos; educar es enseñar a distinguir el bien del mal, a ganarse las cosas con esfuerzo y a comprender que toda acción tiene una consecuencia.

Cada día, miles de familias mexicanas sufren las consecuencias de un tejido social que se ha ido debilitando. Padres que lloran a hijos perdidos en la violencia; madres que imploran justicia porque el crimen se llevó lo más sagrado.

Y detrás de cada historia, casi siempre hay un vacío: una ausencia de valores, de límites, de diálogo o de atención.

Por eso, es momento de despertar como sociedad. De asumir, sin miedo, que la educación no comienza en la escuela ni en la calle, sino en el hogar.

Es en casa donde se siembran la honestidad, la empatía, la disciplina y el amor por el trabajo bien hecho. No basta con desear un México mejor, hay que construirlo desde nuestras familias, desde la forma en que guiamos a nuestros hijos.

Educar no es tarea fácil, pero sí es el acto más grande de amor. Enseñarles a decir la verdad, a respetar la ley, a no tomar lo que no es suyo, a no ceder ante las malas influencias, a buscar su superación y su independencia… es la manera más genuina de protegerlos.

Queremos un México más justo, más humano, más seguro. Un país donde los niños y jóvenes crezcan libres del miedo y con oportunidades reales de progreso. Pero ese sueño no será posible si no asumimos, desde el hogar, la tarea de forjar ciudadanos responsables, empáticos y con valores sólidos.

Más vale una lágrima hoy, por una corrección a tiempo, que un llanto eterno mañana por la tragedia de no haber actuado.

Porque cuando educamos con amor y firmeza, no solo salvamos a nuestros hijos, también salvamos el futuro de nuestra nación.

Y recordemos siempre, cuando hay trabajo honesto hay abundancia; cuando hay educación hay progreso; y cuando hay justicia, hay libertad.

Esa es la verdadera herencia que debemos dejarles a nuestros hijos, un país en paz, sustentado en valores y esperanza, siempre será mejor.