Mercantilismo del periodismo deforma la realidad informativa

Toño Martínez

Octubre 07, 2019

Vender la palabra trastoca la verdad y anula la ética

La pregunta a los que ejercemos la mayor virtud de la libertad y el que debiera ser el más puro ejercicio de la Libertad de Expresión, el periodismo es: ¿Qué estamos haciendo?; ¿Porque hemos permitido que la venta de la palabra nos haya convertido en simples vocingleros, en heraldos y lacayos del poder político y económico?

Y la ética, y la responsabilidad, y el compromiso de defender la libertad, valores, justicia, la democracia, la verdad y la vida misma, ¿dónde los dejamos?

Hemos terminado por interpretar al periodismo -como decía Javier Darío Restrepo, un referente de la ética periodística en Iberoamérica y maestro de la Fundación Gabo, recientemente fallecido-, como el hecho de informar los sucesos cotidianos, y suponer que la obligación del reportero con el lector y para el medio de comunicación donde labora, es contar lo más llamativo del acontecer, pero exaltando el morbo, amarillismo y escándalo y alarma bajo la idea ser lo que presuntamente busca el lector.

En alguna parte de esta visión no estaba equivocado Javier Darío Restrepo –colombiano-, pues el concepto que guía a periodistas y direcciones de medios en su agenda diaria es: “el morbo vende y es lo que le gusta a la raza”.

Pero, ¿debemos seguir sujetos a ese “principio” para continuar explotando la ignorancia, que ha sido un factor primordial del caos, violencia, inseguridad, depredación de recursos naturales, pulverización de valores y de respeto?

¿Tenemos que seguir vendiendo solo amarillismo por encima de que contribuyamos a generar psicosis, enojos, enconos y confrontaciones; incluso que en el exterior nos vean como una región conflictiva y eso le pegue hasta al turismo?

Imposible, dirán muchos, querer tapar el sol con un dedo, ocultar lo malo, sucio o corrupto de la sociedad y la esfera gobernante y tienen razón, pero como decía un slogan del Gobierno anterior: “Lo bueno casi no se cuenta, pero cuenta mucho”, es decir reconozcamos que la gente está ávida de escuchar o leer también buenas noticias.

El periodismo en su acepción más apegada al compromiso de defender las libertades y derechos de la sociedad, debe construir no destruir, generar esperanza no desánimo.

Construir conlleva no renunciar a nuestra responsabilidad de ser críticos inflexibles de malos gobiernos o falsos redentores, de tiranos, corruptos e hipócritas cuyas acciones lastimen y dañen a los pueblos, no, para nada.

Señalar y desenmascarar sus abusos, simulaciones y oscuras intenciones es trabajar por construir una sociedad mejor.

Desde las trincheras del periodismo, no podemos ni debemos sujetarnos a seguir convertidos en rellena planas o espacios con “notitas” que solo causan sensacionalismo.

Es verdaderamente vergonzoso, e indigna, como la venta de la palabra escrita o pronunciada al poder, está creando un periodismo adulterado, de informaciones distorsionadas.

Hay quienes convirtieron el epíteto, el descalificativo, la mentada de madre como sinónimo de periodismo agresivo cuando lo único que producen es información hueca, risible, sin efecto.

Me van a decir que si no recurren a ese estilo de sumisión y lamedores de botas, un medio no puede subsistir, pues viven en gran medida de la publicidad oficial.

Cierto en parte.

Pero hasta en eso debe prevalecer la ética: Una cosa es que vendan espacios al Gobierno o los dueños del dinero para que difundan lo que a sus intereses convenga, y otra que comprometan su línea editorial que es compromiso con la comunidad.

La diferencia entre ambos conceptos, trasladada a los reporteros se perdió, y eso conduce al entreguismo insultante; por eso son cada vez más los lectores, radioescuchas, televidentes o seguidores de redes que pierden la confianza y credibilidad en los medios.

Eso lo vemos en cualquier punto del país, y con mirada regionalista, San Luis Potosí, Ciudad Valles, Matehuala, Rioverde, Soledad no son la excepción – salvo contados casos-, del periodista sin compromiso social.

En una entrevista por los 30 años de la revista “Generación”, realizada por el diario “La Jornada” el 12 de Octubre del 2018, su director, Carlos Martínez Rentería, decía que en esas tres décadas el periodismo no había cambiado mucho, seguía casi igual … “siguen imperando las notas de los actos institucionales… el periodismo de investigación sigue siendo excepcional; el periodismo que aborda temas de contra cultura de las drogas, vida nocturna, o que entrevistan a artistas o escritores emergentes o desconocidos son esfuerzos aislados de algunos reporteros”.

“La tendencia generales llevar la nota oficial como principal”.

A poco no.

Pero claro, si la nota oficial se refiere a acciones de trascendencia para la vida del pueblo se justifica.

Pero si como es la costumbre, solo sirve para vanagloriar al gobernante, sea presidente de la República, Gobernador o alcalde fomentar su egocentrismo, magnificar cualquier cosa que haga, hasta como cambiar un foco o entregar una despensa, pues suena a docilidad grotesca.

Hoy, en un Mundo de transformaciones vertiginosas, de cambios precipitadas; de acelerada depredación en todas las vertientes, los periodistas y reporteros tenemos que reaccionar, re direccionar el periodismo que estamos desarrollando, recuperar ética, valor, responsabilidad para caminar con la sociedad en búsqueda de esperanzas, de construir y no destruir.