México farol de la calle y oscuridad de la casa.

Toño Martínez Será porque la migración interna en México no produce reflectores como la internacional para que surjan políticos desgarrándose las vestiduras en su defensa, o porque esta no genera millonarios ingresos al país y al contrario le cuesta, que es un tema relegado al fondo de las agendas gubernamentales federal, estatal y municipal; grave e irresponsable omisión porque es un fenómeno creciente con efecto incierto.

El éxodo se registra sobre todo entre habitantes de comunidades indígenas obligados por la pobreza y la inseguridad pero también comienza a manifestarse en ciudades azotadas por la criminalidad, extorsión, homicidios, cobros de piso, asaltos en vía pública y domicilios y secuestro.

Hasta el año 2022 había un registro de 21, 443 personas desplazadas en estados como Chiapas, Sinaloa, Chihuahua, Nayarit, Zacatecas, Guerrero y Michoacán en cifras oficiales, pero en la apreciación de organizaciones civiles la cifra es mayor por el acumulado de los últimos dos años y meses del actual.

La cifra no es para minimizarse si la comparamos con los 4 mil deportados por Donald Turnn antes de cumplir la primera semana como presidente de Estados Unidos.

Los desarraigados de su tierra, cultura, costumbres sufren un severo desajuste emocional, principalmente los niños y adultos mayores que llega a transformarse en enfermedades diversas y depresión.

De acuerdo con la Ley de Víctimas que entró en vigor el año 2013, los desplazados deben tener acceso a un ejercicio jurídico que les garantice sus derechos económicos, educación, alimentación y salud , pero por los reclamos de estos grupos poco les cumplen y mientras buscan un destino permanece en refugios o campamentos temporales raquíticos.

Por ello muchas familias terminan desintegradas porque hombres y mujeres deciden arriesgarse a cruzar la frontera para trabajar en los Estados Unidos lo cual se volvió sumamente complicado por el endurecimiento de las leyes migratorias de aquel país.

Otro destino es buscar en poblaciones de México sin importar distancias y esto se viene reflejando en una recomposición del mosaico de habitantes. En Quintana Roo el 55.6% de sus habitantes proceden de otros estados; Baja California el 46.6, Edomex 41.7, Baja California Sur 32. 1% y en Morelos el 28.6 por ciento.

De la Huasteca potosina y otras regiones emigran en busca de empleo a Monterrey, Guadalajara, Querétaro o a ciudades de la frontera Norte.

En San Luis Potosi aparentemente es bajo el éxodo por la individualización de casos, pero ya se dio en Tamuín donde familias del poblado «La Fortaleza» tuvieron que marcharse a causa de la delincuencia.

Estos datos sobre la migración dentro de México por inseguridad, desempleo, pobreza y ahora hasta por razones climáticas evidencian que el Gobierno Federal desde hace décadas pero sobre todo ahora es un candil de la calle y obscuridad de la casa.

Sí, el drama de la deportación de miles de connacionales requiere de atención especial, pero no por ello debe olvidar a los desplazados de casa. Cuidado que cada día son más.