Toño Martínez
Agosto 03, 2020
Pongamos en perspectiva el pavor que provocó la declaración del director de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom, al afirmar que “tal vez jamás haya solución al Coronavirus”.
Visto así tal expresión es como el tiro de gracia a la maltrecha esperanza de que podamos superar la crisis de salud y volver a nuestro estilo de vida light, lleno de frivolidades, vacíos, de valores, conductas destructoras de la naturaleza, y jugar a manipular la evolución o creación divina.
Estamos desesperados por volver al modelo de existencia que ya no será posible.
Esa zona de confort al estilo de «Quién se robó mi quesito» la enterramos nosotros mismos.
Pero no será el Apocalipsis descrito en La Biblia y profetizado por tantos videntes a lo largo de los siglos.
Hay una gran coincidencia entre lo que está pasando y las señales para el fin.
Surgen por dónde quiera falsos mesías y profetas; las guerras y amenazas se extienden, enfrentamos hambrunas y desastres naturales como terremotos devastadores y huracanes.
Las persecuciones y la incitación del odio son una constante y en México tenemos ejemplos patéticos; ahora somos capaces de asesinar a seres inocentes a través de abortos bajo conceptos distorsionados de derechos femeninos.
Pero repito, no es el fin sino una purga, una poda y de es no nos escaparemos.
Ya nos pasó con las epidemias de viruela, peste negra, sarampión, la gripe española que a principios del siglo pasado mató a 5O millones de personas y más recientemente el Síndrome de la Inmunodeficiencia Adquirida, y seguimos en pie.
Con el COVID pasará lo mismo, saldremos airosos pero pagando una dolorosa cuota de dolor, lágrimas.
Estamos en la peor etapa del Coronavirus pero afortunadamente y aunque se tarde, la solución llegará.
Depende de nosotros formar parte de los que renacerán a una nueva realidad previniendo los contagios.
La claridad está cerca para los hombres y mujeres de fe.