Dr. Jaime Chalita Zarur
Marzo 23, 2019
La corresponsabilidad social, hoy más que nunca en nuestra historia es vital para la convivencia social en armonía.
¿Cuantas veces nos hemos dejado absorber por lo cotidiano, pensando que en realidad fuera de nosotros o, de nuestro núcleo más cercano, no tiene mayor importancia lo que pasa?: exactamente todos y cada uno de los días de nuestras vidas, es lo que sucede. Ni si quiera el día que se descansa, si es que existe uno, del trabajo que hacemos, podemos dejar de estar absortos en nuestro día a día. Tratar de resolver la problemática personal o, cuando muy lejos el familiar es lo que nos ocupa.
La despersonalización de la sociedad y, de ella formamos parte todos, ha tomado proporciones indeseables, exponenciales dirían los políticos cuando quieren resaltar sus logros; la solidaridad está solo en el discurso o, en los desatares naturales, donde se pierde la vida. La pregunta es: ¿porque esperar hasta que la desgracia nos alcance? ¿Tendremos imposibilidad natural para la sana convivencia?
La semana pasada, tuve la oportunidad de visitar a las PPL (personas privadas de su libertad) en el reclusorio. La vida ahí, independientemente de haber sido o, no culpables, parece que se detiene el tiempo. Personas que pasan sus días en el olvido social en su mayor parte, incrementando día a día el resentimiento contra una sociedad a la que les son indiferentes. Creemos y, así lo aceptamos que los reclusorios son las universidades del delito, quienes ahí se encuentran, salen con enormes capacidades para seguir delinquiendo.
Pero en segundos pensamientos, ¿No somos corresponsables de lo que ahí sucede?
La sociedad, en su mayor parte, se ha convertido en una que expulsa a los demás. Sea por su clase social, siempre odiosas o, por su estatus de trabajo y, hasta por sus preferencias. Con mucha más razón y a veces justificada, expulsamos a quienes compurgan una sentencia en prisión.
Ha pasado por nuestras mente la inquietud ir de visita al penal, solo por experimentar y sin morbo, como están los que viven ahí, mujeres y hombres. ¿No cree Usted que quienes están en aquel encierro, agradecerían el momento de la plática sin si quiera conocerse?
Las quejas que decimos y, son reales, de lo que sucede en reclusión, toman sentido cuando se ocurre a la interioridad de aquellas vidas. Cierto, son personas que delinquiendo, han encontrado su destino. No todos justamente y la mayoría presos por mínima cuantía.
Con todo aquello, ¿no cree Usted, que aparte de lo que se vive y sufre, las personas no se sientan olvidadas, hasta por sus familiares? Como no salir de ese lugar lleno de resentimientos. Aun cuando las instalaciones han mejorado enormemente y se da trabajo digno y bien pagado a quienes quieren trabajar, vivir el olvido y sin libertad, aun cuando lo merezcan, cuando se conjugan, debe ser terrible.
Tendré el enorme gusto y me honra el poder llevar alivio sacramental para algunos niños muy pequeños. Nada de esto hubiese sucedido si el Secretario de Seguridad del Estado, no nos hubiese dado la oportunidad de convivir personalmente con la gente, creando un espacio de relación que alivia y conecta. Desde luego, igualmente, presenciar las mejoras materiales del penal, las mismas que no se tratan de un hotel, ni mucho menos pero, de dignificar y modernizar las instalaciones.
De corazón, asistir a ver y conocer, sin morbo, a quienes ahí están, nos haría un buen enorme a la sociedad.
Los violentos días que vivimos son muy difíciles para la sociedad, indignantes pero, estoy seguro que para el Secretario de Seguridad Pública son más complicados.
Gracias Jaime Pineda por la oportunidad.