Orgullosamente conservador y qué

Toño Martínez

Junio 09, 2020

Qué lástima pero sobre todo que infamia, que el presidente Andrés Manuel López Obrador insista en utilizar con sentido peyorativo y provocador los términos “Conservador”, “Neoliberal”, “Fifí”, “Chairo”, “Muchachón” y otros que repite hasta el cansancio en cualquier oportunidad frente a un micrófono y no se diga en “las mañaneras” y sus “benditas redes”, para sembrar en el grueso de sus seguidores la idea de que significan maldad, perversión, corrupción, enemigo del pobre, explotador, avaricioso, y son a los que hay que pegarle, erradicar y extinguir.

En la descabellada ideología amorfa y contradictoria que aplica para Gobernar al país, López Obrador deja fuera del lenguaje cualquier palabra que concite a la conciliación y la unidad, a incentivar valores y virtudes del mexicano, el patriotismo, nacionalismo, respeto, tolerancia y equidad.

Conservadores es un vocablo de amplio significado, no solo el sinónimo de retrógrada y enemigo de libertades y progreso que pretende darle.


Conservador como su nombre lo dice, es aquel que mantiene y defiende los valores sociales que van desde la tolerancia, la paz, la libertad, justicia, lealtad, responsabilidad, honestidad, equidad y el amor; eso no va reñido con la democracia ni con los cimientos del progreso.

Permite el crecimiento individual y de comunidad, tener metas, emprender, desarrollar para el bienestar pero sin dejarlos de lado porque están por encima del tiempo y de ideologías partidistas.

En alguna parte de su discurso continuo, AMLO se dice liberal que en esencia constituye ser abierto, tolerante generoso no apegarse a modelos de ningún otro tipo, y busca limitar la intervención del estado en la vida económica, social y cultural desde la sociedad, o sea que el pueblo manda, oponiéndose al despotismo.

Pero en los hechos, su administración adquiere cada día más tendencia a convertirse un gobierno fascista, un estado totalitario donde solo su voz manda y decide, exactamente a la inversa de lo que dice.

Un estado donde los súbditos cercanos no quieran saber más que el rey y como en el viejo chiste aquel, si les pregunta cuál es el resultado de sumar dos más dos le respondan “el que usted quiera jefecito”.

En ese marco se lanza contra toda aquella voz que se levante en críticas y reclamos a sus errores u omisiones.

Por eso me declaro conservador, porque como millones de mexicanos aspiro a vivir en una sociedad armónica, sin enconos, con un Gobierno de respeto pleno a la división de poderes y a generar sinergias con todos los actores y sectores, fundamentado en valores sociales no en conceptos híbridos que por su misma naturaleza llevan de tropiezo en tropiezo y de separación en lugar de unión.

En ese escenario, no deben sorprenderle a López Obrador los brotes de inconformidad en contra de su 4ª T, tanto en esferas políticas como desde la sociedad civil.

Claro, por el efecto bumerang que maneja muy bien, usa las protestas, como ocurrió ayer al denunciar una conjura del llamado Bloque Opositor Amplio que busca derrocarlo -como leyó su jefe de Comunicación Social Jesús Ramírez-, para hacerse la víctima y generar reacciones de apoyo a su favor, que le vino otra vez como anillo al dedo para generar distracciones.

No es el camino; Presidente Andrés Manuel López Obrador, todavía está a tiempo de dejar las riñas, de hacer un acto de autocrítica serio, responsable, honesto como tanto menciona y enmendar errores y fallas.

Los mexicanos no aspiran adentrarse en revueltas ideológicas ni revanchismos que mantengan un país convulsionado; buscan orden y certidumbre sobre todo en momentos cuando la pandemia sanitaria a generado tanta desesperanza y desazón.