Toño Martínez
Noviembre 01, 2019
¿Qué carajos estamos haciendo con una tradición milenaria original de las culturas mesoamericanas y especialmente mexicanas, sincretizada más tarde con la religión católica como es el “Día de Muertos”, primera en ser reconocida como aportación cultural mexicana al Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad desde hace 16 años por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), por su riqueza en elementos simbólicos de unión entre lo natural con lo sobrenatural, pero que estamos deformando por ignorancia, interpretaciones personalistas y hasta por mercantilismo?
Nunca antes como ahora, a partir de la declaratoria de la UNESCO, potenciado con mayor énfasis desde el 2015 con la filmación de la película “007 Spectre” con escenas enmarcadas en el “Día de Muertos”, en la Ciudad de México, la tradición había tenido tanta proyección e interés popular como en la actualidad.
Por desgracia, junto con ello, se ha acentuado de manera muy preocupante la deformación del ritual, al agregarle elementos ajenos a la esencia del “Día de Muertos”.
Ejemplos como el que ocurre en el municipio de Huehuetlán ubicado en el corazón de la Huasteca Potosina, donde están convocando a la elección de la “Señorita Xantolo 2019”; los recorridos por las celebraciones en municipios con fines mercantilistas, nos alertan sobre la contaminación que se está cometiendo con “El Día de Muertos”
Otro ejemplo es la desfiguración de la “Danza de Huehues,” vinculada a las fiestas para recibir el espíritu de los muertos.
Aunque no existe un concepto preciso sobre el origen del baile de ancianitos – experiencia y sabiduría-, es un ingrediente básico para recibir a los difuntos alegremente.
La costumbre manda que los participantes deben vestirse de viejecitos, colocarse máscaras de arrugas con barba y pelo cano, de diablos o demonios; portar ropa vieja y bordón.
Deben ser acompañados por músicos tocando jarana, rabelito y tambor o flauta.
Sucede sin embargo que muchos participantes portan playeras con leyendas como “I Love New York”, “Queremos rock“, “Soy un chingón”, etc. o son hombres vestidos con faldas cortas, short y zapatillas para exteriorizas homosexualismo reprimido.
Ahora se inventan ceremonias presuntamente chamánicas para la apertura de portales dimensionales por donde se supone deben llegar los espíritus a los “Altares de Muerto”, cuando esa parte corresponde a la creencia y prácticas de cada cultura y familia.
En escuelas hay concursos de Altares de Muerto para calificar el más “bonito”, no al más apegado a la tradición, y se han dado casos en los que hasta globos de gas hielo con palabras como “Te amo”, “Perdóname”, “Me partiste el corazón”” son colocados en el arco o Altar de Muerto en lugar de papel de china, flor de Diente de León o limonaria.
“Día de Muertos”, “Xantolo” o Sanctorum según la cultura que se trate, es el espacio místico de dos días, 1 y 2 de Noviembre de cada año, cuando conforme a la tradición, los seres vivos reciben la visita de sus difuntos, para quienes preparan el “Altar de Muerto” con las comidas favoritas de los ausentes, velas y veladoras blancas, pétalos de flor de cempasúchil regados para indicar con su luz y color el camino, incienso y copal para ahuyentar a espíritus malvados y depurar el lugar donde permanecerán las almas de niños y de adultos.
Es, como establece un video de la UNESCO en su relatoría para sustentar el reconocimiento mundial, “El encuentro anual entre los pueblos indígenas y sus ancestros que cumple una función social considerable y contribuye a reformar el estatuto político y social de las comunidades indígenas de México”.
Pondera el significado que la muerte tiene para los mexicanos y que sorprende a los extranjeros atemorizados por la idea de festejarlos.
Por su parte, la investigadora de la Dirección de Etnología y Antropología Social del Instituto Nacional de Antropología e Historia, (INAH), Maya Lorena Pérez Ruiz, en el ensayo “Día de Muertos como Patrimonio Cultural Inmaterial: Los dilemas de una convención en Michoacán”, refiere que el ritual forma parte de un complejo simbólico de origen mesoamericano, que reúne concepciones y prácticas culturales que articulan lo humano con lo natural y lo sobrenatural o divino, con los cuales lo vivos entran en comunicación con los ancestros.
Por toda esa carga cultural, social, de unidad espíritu-vivos, de compartir ofrendas, fomentar la convivencia entre habitantes de comunidades y la creencia de reunirse con difuntos, el “Día de Muertos” no puede ni debe sufrir alteraciones ni deformaciones conceptuales.
Salvemos la originalidad del “Día de Muertos” pues es salvar nuestra identidad y patrimonio cultural.