«Política: Entre la Responsabilidad Pública y el Espectáculo que Desgasta»

Por: Profr. Marcelino H. Martínez

Diciembre 8, 2025

La política, en su definición más noble, es el arte de gobernar y organizar la convivencia humana. Es la herramienta que permite que una sociedad avance, que construya acuerdos, que solucione conflictos y que trace un rumbo común. Sin embargo, en los últimos años hemos visto cómo algunos personajes han convertido ese arte en un escenario de gritos, ataques personales y espectáculos mediáticos que poco aportan al bienestar colectivo.

Resulta preocupante observar que ciertos actores que aspiran a puestos de elección popular recurren a prácticas que nada tienen que ver con el servicio público, montan shows, difunden medias verdades, atacan familias, esposas e hijos sin medir el daño que provocan. Parecen olvidar que la dignidad y el respeto son pilares indispensables para cualquier persona que busque representación social. Y lo más inquietante es que, en ocasiones, la ciudadanía termina otorgándoles credibilidad, normalizando una forma de hacer política que degrada el diálogo democrático.

No puede ser político » en el sentido auténtico y honorable» quien ha hecho de la ambición un estilo de vida, quien se llena los bolsillos mientras acusa, señala y manipula emociones ajenas para obtener ventaja. Aquel que divide a los ciudadanos, que envenena la conversación pública o que utiliza el dolor y las necesidades de la gente como instrumento electoral, no busca construir un país, un estado o municipio busca construir un feudo personal.

A la política se le debe apostar a la unidad, a la paz y a la fraternidad. Cualquier figura pública que intente sembrar odio o discordia para obtener poder se coloca automáticamente fuera de los valores que esta actividad debería exigir.

Por eso, la recomendación es clara, no caer en sus juegos. No alimentar discursos que dañan. No confundir el disfraz de oveja con liderazgo real. Muchos de esos personajes prometen cercanía, pero una vez lograda la posición, se alejan y olvidan a quienes confiaron en ellos. El poder que obtienen mediante el engaño termina volviéndose mezquino y vacío.

Es momento de exigir más. De observar con responsabilidad, de cuestionar, de no dejarnos llevar por el ruido ni por las teatralidades que buscan likes en vez de soluciones. La verdadera política sigue existiendo, la que se construye desde la honestidad, la que escucha, la que respeta y la que entiende que gobernar es un compromiso profundo, no un espectáculo pasajero.

Porque México y cualquier sociedad merece líderes auténticos, no actores que confunden el servicio con el protagonismo. Y esa diferencia la marcamos todos, a tomar decisiones si queremos lo mejor para nuestras familias y desarrollo de nuestro pueblo.