Toño Martínez
Agosto 10, 2020
Mientras que el gobierno federal siga obcecado en gobernar a caprichos, ocurrencias y con posturas radicales sin escuchar a la gente, salir de la pandemia sanitaria y las que vienen encadenadas será muy complicado y dejará sembradas muchas más víctimas de las que sus ‘genios’ le dicen para que los regañe o los corra. Si tan solo tuviera la humildad de bajarle dos rayitas a su concepto anacrónico de gobernar palabra que no necesitaría de tanta perorata cansada en las mañaneras para lograr lo que se le está yendo como agua entre los dedos: credibilidad.
El presidente Andrés Manuel López Obrador a pesar de los más de 50 mil muertos que ya cobró la pandemia sanitaria no para sus discursos dirigidos a no sé a qué país o planeta de que «vamos bien y domando la epidemia», porque no es cierto.
No aterriza, no está en esta dimensión, es incapaz de comprender que como primer mandatario necesita pisar acá fuera de su burbuja de alucinados de su equipo y entender que México necesita, está urgido de un sistema robusto de salud, un esquema dónde no quepan las mentiras de que todo está bien y hay medicinas, equipo médico; donde se cuide y respete al personal hospitalario, y que cada ciudadano tenga la certeza de que, si acude a cualquier institución pública en busca de salud hallará atención, medicamento, y servicios de calidad.
No López Obrador, no estamos bien y por el contrario cada día peor no solo en salud sino en economía, pobreza; dónde hoy hasta el 60% de los mexicanos no tienen suficiente para cubrir la canasta básica y los desempleados por la pandemia suma 1 millón 200 mil y contando mientras aquellos que se mantienen de la informalidad son ya 12 millones.
La captación de impuestos disminuye muy rápido y modalidades como la educación a través de la televisión y digitalización es un enigma en alcances que pueda tener y los maestros exigen certeza en sus plazas porque no define con precisión cuál será su papel.
No estamos bien porque la payasada que fue la detención del ex director de Pemex por fraude se está cayendo a pedazos comprobando que solo fue un distractor que efímeramente le ayudó.
No estamos bien cuando suelta delincuentes peligrosos y no atina a hacer equipo con los gobiernos estatales para generar un sistema efectivo de seguridad.
No podemos estar bien porque su tozudez choca con los empresarios que generan economía y empleo complicando su ánimo de invertir.
Y no estamos bien, porque su culto enfermizo a la personalidad rechaza sugerencias patriotas de sectores, líderes sociales, y de opinión, guías espirituales que le piden posponer sus obras insignia como el Tren Maya, Aeropuerto de Santa Lucía y la refinería de Dos Bocas, para dirigir esos recursos multimillonarios a atender la pandemia.
¿Puede ser un Gobierno humano, apegado al mandato popular, de los pobres, cuando sus políticas públicas no son coherentes ni sustentables?
¿Que pasará cuando ya no tenga dinero para sostener subsidios, becas » Construyendo el futuro», » Sembrando Vida» u otros?
No vamos nada bien, ni siquiera con rumbo claro y no se vale que le falte así al respeto a quienes ingenuamente creyeron en sus promesas y a los que no.