Ángel Castillo Torres.
Junio 19, 2023
“Es posible engañar a unos pocos todo el tiempo. Es posible engañar a todos un tiempo. Pero no es posible engañar a todos todo el tiempo”.
Abraham Lincoln.
El PRI nunca cambió, aún en el crepúsculo de su vida sigue siendo un templo en el que se rinde culto a las peores prácticas del sistema político mexicano.
El proceso de elección de sus dirigentes estatales ocurrido el pasado sábado 17 de junio nos brindó una nueva oportunidad para comprobar que este partido es el campeón nacional de la antidemocracia. Una vez más las decisiones verticales, cupulares, tramposas y la falta de compromiso con los principios de la democracia nos ratificaron que el PRI no cambia ni cambiará nunca. Ello a pesar de que estas prácticas lo han desprestigiado y originado que los votantes lo repudien en las urnas.
La repugnante historia que hoy comentaremos comenzó a principios del mes de mayo cuando en las oficinas del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, Alejandro, Alito Moreno autorizó en complicidad con Enrique Galindo y Sara Rocha una convocatoria para relevar a Elías Pesina y Yolanda Cepeda del mando de este partido. Todo el contenido de este documento se convirtió en un laberinto enmarañado para provocar que solamente Sara Rocha y Frinné Azuara pudieran llegar a la dirección del PRI en San Luis Potosí.
El diseño de la convocatoria estableció requisitos, tiempos y documentos oficiales imposibles de conseguir si no se tenía el apoyo de los directivos nacionales del PRI, ya que Alito Moreno dio instrucciones para que solamente a Sara y Frinné se les atendiera y facilitara la participación. De lo que se trataba con esta tramposa convocatoria era que solo ellas dos pudieran cumplir con los requisitos del proceso electivo y así dejar fuera a cualquier otra fórmula que intentara competir. Y como acertadamente se dice: “hecha la ley, hecha la trampa” todo quedó listo para cometer la infamia. Y así sucedió que el pasado fin de semana concluyó esta farsa montada por Alejandro Moreno, Enrique Galindo y Sara Rocha.
No fue una elección democrática, lo que hemos atestiguado es la vigencia de una cultura política decadente donde las bases militantes de un partido no cuentan, lo que domina son los intereses de las élites, quienes para sostener su predominio simulan ante la sociedad y sus militantes que son celosos practicantes de la legalidad y la democracia. El desaseado proceso que concluyó el pasado fin de semana y que culminó con la entronización de Sara Rocha y Frinné Azuara es un monumento a la simulación.
Estas mujeres no fueron electas por la militancia del PRI, ganaron de manera tramposa porque Alejandro Moreno y el primer priísta del estado Enrique Galindo Ceballos así lo decidieron. Las nuevas dirigentes del PRI no tendrán una legitimidad de origen porque son producto de una imposición facilitada por reglas hechas a la medida y pensadas para excluir a otras alternativas.
Hay que decir que si bien hubo el intento de inscribirse por parte de otra fórmula conformada por Edmundo Torrescano y Erika Velázquez, al final no se les permitió ni siquiera el registro porque los requisitos que se les pidieron eran imposibles de cumplir en tanto que la expedición de cartas de militancia, cumplimiento en el pago de cuotas de partido y la aprobación de un examen de conocimientos de los Documentos Básicos (Declaración de Principios, Programa de Acción y Estatutos) debían ser emitidos por funcionarios de primer nivel del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, y esto sólo sí acudían a la Ciudad de México a solicitarlos. Así quedó de manifiesto que la intención de Alejandro Moreno y Enrique Galindo era que solo la fórmula compuesta por Sara Rocha y Frinné Azuara fuera la que pasara la aduana y en automático se convirtieran en las únicas competidoras. Lo que ha ocurrido en este proceso de elección de dirigentes solo puede nombrarse como una farsa. Este indigno episodio de mala política deja muy mal parado al PRI ante la opinión pública y ante los electores. Confirma que el partido fundado en 1929 por Plutarco Elías Calles es un bastión eterno del autoritarismo y la antidemocracia.
Pero a pesar de la arbitrariedad cometida por los dirigentes del PRI al imponer una dirigencia espuria, sigue siendo una realidad que donde hay poder surge la resistencia al poder, sobre todo cuando el abuso es tan brutal. Hoy Sara y Frinné son las nuevas dirigentes, pero no deberían acomodarse tan rápido y despreocupadamente en sus escritorios ya que en los días por venir se interpondrán impugnaciones tanto al contenido de la convocatoria como al proceso mismo de elección; éstos litigios serán presentados ante tribunales electorales porque algunos militantes con interés jurídico consideran que fueron violados sus derechos políticos y por tanto, solicitarán se anule esta elección y se proceda a reponer el proceso mediante una nueva convocatoria.
Psicología y política. Pedagogía para gobernantes.
«Elegimos a nuestros gobernantes para que cambien la realidad, pero muchas veces son ellos quienes cambian. La transformación de los políticos debido al éxito o a los halagos de su círculo cercano ha sido descrita como una enfermedad profesional. Un neurólogo y exministro inglés ha enumerado los síntomas de esta dolencia: alejamiento de la realidad, exceso de confianza, lenguaje mesiánico, convencimiento de estar en la senda de la verdad y no tener que rendir cuentas ante la opinión pública sino ante la Historia, con mayúscula. Este mal se denomina en lenguaje clínico Síndrome de Hybris.
Hybris es una palabra griega que significa arrogancia y exceso. El término describía una pasión violenta inspirada por la diosa de la obcecación, Ate, que empujaba a los héroes y a los poderosos a avasallar al prójimo. Esos atropellos acababan teniendo consecuencias desastrosas y eran castigadas por otra diosa llamada Némesis, encargada de reestablecer el equilibrio, vengando a los agraviados. La tragedia griega representó a menudo este círculo diabólico de poder, soberbia, ceguera, error fatal y caída. Para la mentalidad clásica, la prudencia era la virtud intelectual necesaria para adaptar la propia actuación a la invariable complejidad de las circunstancias. Los antiguos dirían que los gobernantes empiezan a ser peligrosos cuando les causa terror reconocer un error».