Toño Martínez
Abril 01, 2019
El Santo libanés genera una fe extraordinaria por responder hasta las más extrañas peticiones.
Sobre un listón de color rosa claro, una frase escrita con plumón dice: “San Chárbel, ya me llevo bien con mi suegra, gracias por hacerme el milagro”; en otro de color verde se lee: “Gracias San Chárbel porque mi lavadora ya funciona”; otra expresión con tinta de lapicero cita: “San Chárbel te pedí que le ayudaras a mi hijo a pasar el examen, y lo aprobó; Gracias santo milagroso”; incluso uno que señalaba “Mi Laptop ya funciona, gracias San Charbelito” y hasta una banda de satín azul cielo reza: “Ya mi marido dejó a la otra, bendito seas”.
Así sucesivamente son muchos, cientos los listones de colores que cuelgan a espaldas de la imagen de San Chárbel, santo de origen libanés a quien se atribuyen milagros extraordinarios de las más diversa índole.
Son tantos, que de cuando en cuando tanto en la Catedral de esta Ciudad son retirados y guardados, pero al poco tiempo una tabla donde son prendidos con alfileres, vuelve a llenarse. Lo mismo pasa en cada templo católico donde exista una escultura de San Chárbel.
La devoción en San Chárbel está desbordada; hay quienes les agradecen haberlos sanado de enfermedades terribles como el cáncer, la ceguera o la diabetes; quienes le dicen gracias porque ya pueden caminar, de jóvenes que le solicitan su ayuda para encontrar trabajo… la lista de peticiones y agradecimientos es muy grande.
San Chárbel nación en Bakaafra en Líbano, y desde su niñez y juventud llevó una vida muy cercana a Dios, tanto que desde joven , a los 23 años ingresó al ritual maronita llevando una vida monástica, asceta, con oración, ayuno y al final de sus días retirado a una ermita.
Fue nombrado sacerdote en 1859, y desde entonces comenzaron a atribuírsele prodigios de sanación.
Por su vida de entrega a Dios, San Chárbel fue canonizado por el Papa Pablo VI en 1927 y nació el fervor que lo ha convertido en uno de los más buscados por los católicos, y hasta por quienes no lo son.
Un suceso misterioso e inexplicable en torno al santo, es que desde su muerte en 1898, su cuerpo permanece intacto, incorrupto en su tumba.
Cuando fue inhumado, durante 45 días su sepulcro emitió una luz brillante, y se ha comprobado que de vez en cuando, exuda sangre.
La costumbre de solicitarle favores o agradecerle favores surgió en el Templo Maronita del Centro Histórico de la Ciudad de México, cuando una mujer afligida por una enfermedad dolorosa, quiso pedirle que la aliviara pero como no encontraba un papel donde escribir, cortó una tira de listón que había comprado en una mercería y plasmó su ruego.
Tres días después, regresó para volver a escribir en otra tira de listón su gratitud.
Ahora, San Chárbel es uno de los santos más frecuentado por quienes sufren de enfermedades severas, buscan ayuda para problemas habituales que empañan sus vidas y en los listones anotan las gracias por el milagro recibido.