San Luis Potosí, un título por tres mil pesos

Profr. J. Jesús Eloy Vázquez Leos

10 de noviembre de 2019

En una mescolanza entre indios, negros, mestizos y españoles nuestra ciudad y sus alrededores fueron conjugando su fisionomía bajo la agresividad y la pacificación o con la beatitud frailescana y la explotación en las garras de los encomenderos; punto perdido entre los pueblos presiones o los pueblos misiones, el territorio potosino debería de estar bajo la tutela de las intendencias y repartimientos que la Corona española había dejado después de la conquista. Zacatecas, Guanajuato, Querétaro, Durango, Jalisco y San Luis deberían de quedar encuadrados en aquel territorio que alguien le llamó el Gran Tunal, encuadro dentro de la extensión cultural de Mesoamérica sino como puerta de entrada a la enorme región desértica y montañosa de Aridoamérica en la que sólo tribus salvajes, nómadas y casi desconocidas pululaban amenizando a los nuevos asentamientos hispanos.

La gran Chichimeca, por ser estás tribus la mayoría en población, debería de anteceder en su nombre al territorio potosino dejando la herencia de su sangre notablemente marcada en la belicosidad de los habitantes de la ciudad de San Luis Potosí; sangre revuelta bajo el contexto de un caudillaje indígena y la mezcla del dominio español bajo la égida material del encomenderos y la explotación espiritual del fraile. Huastecos, Pames, Otomíes, chichimecas, tlaxcaltecas, guamares, mascorros, guachichiles, tarascos, caisanes, gamotes y etc., etc., que al parecer histórico dieron a esta capital la característica de un crisol en el que a propósito se experimentó el cruzamiento sexual para apaciguar al belicoso guerrero; experimento que dio resultado a la larga porque la ciudad nacería repartida en los barrios en los que en cada uno se asentó una tribu «con derechos y prerrogativas de por vida».

Miguel Caldera, Juan de Oñate, Martín de Zavala, Pedro de Arizmendi y Gogorrón, Gabriel Ortiz de Fuenmayor, Diego de Tapia, Pedro Benito, Pedro de Anda, Juan de la Torre, Eugenio de Mora, Juan del Valle, Cristóbal Gómez de Rojas, Juan Pérez del Camino, Andrés de Fonseca, Gregorio de León, Juan de Segura, Diego Adame, Gabriel Vázquez y Baltazar de Chávez sé cuentan entre los muchos qué fueron los primeros fundadores de la ciudad de San Luis Potosí ya los cuales se les otorgó «por derecho sempiterno» los primeros solares virreinales de los que se compuso la cuadratura citadina.

Nuestra ciudad tuvo como madre original “La Descubridora” misma a la que Miguel Caldera le había dado ese nombre como punto de partida de otras tantas que por necesidad de agua darían origen a esta capital. Sueños de conquista que comenzaron con la sujeción del indio y con los repartimientos de tierras en manos de conquistadores o aventureros que cimentaron la primera explotación del indio, Martín Ruíz de Zavala (Valle de San Fco. Hasta la Hacienda del Fuerte). Juan de Zavala (Hacienda de la Pila), Arizmendi y Gogorrón (Sauceda, Cieneguilla, Gogorrón y «otros parajes»), Ortiz de Fuenmayor (Espíritu Santo y Carboneras de Bocas), Matías Pardo (Hacienda de ese nombre) Fco. Alarcón de Merlin (sierra al oriente), Antonio Álvarez (serranía de ese nombre), Pedro Hernández de Herrera (Pozos).

Tierras de riqueza minera en las que nacieron nuestros primeros pueblos hispanos; tierras quitadas al indio convirtiéndolo en esclavo y vía de cruzamiento sexual. Así nació San Luis capital, así nació nuestro pueblo.

Hoy, la cabecera del territorio de la Guachichil, Tunal Grande o parte de la gran Chichimeca, festeja sus 400 años de fundación con unas celebraciones que pasan desapercibidas bajo la nefasta sombra de las diferencias políticas en las que locos aventureros de lo mismo vienen y han venido desde muchos ayeres a dejar su ponzoña de divisionismo amparados bajo colores y banderas partidistas ajenas a nuestros principios regionales y nacionales y a los que les importa una progenitora el que la historia sólo nuestra y para nuestros hijos.

Ciudad de San Luis Potosí que tuvo que pagar a la Corona española tres mil pesos, «mil al contado y dos mil en abonos» por un título de ciudad que por cierto a la fecha no se sabe quién se lo robó. Ciudad capital en la que hoy el debate político se rige entre falsas banderas de redención en las que el silencio de un muerto rememora otra fecha en la que nuestra tierra debería de conmemorar con más euforia lo que Juan de Oñate y Miguel Caldera nos heredaron: una ciudad para vivir en paz y no bajo la mentira, el robo y la rapiña, el asesinato y la violación cuando pasen otros años seguirán existiendo en este suelo de locos fanáticos. Pero, por lo pronto y bajo el recuerdo de muertos y vivos ¡Feliz aniversario ciudad de San Luis Potosí!

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