Ángel Castillo Torres.
Noviembre 23, 2023
El Partido Revolucionario Institucional se deteriora gradualmente en una crisis interna que podría llevarlo a su extinción. Los señales de su ruina son múltiples y empezaron a manifestarse desde hace décadas. Tal vez la revelación más dramática de su desastre se ubique en el año 2 mil cuando el PRI perdió la presidencia de la república ante el Partido Acción Nacional. Después de esta derrota su caída fue constante y se acentuó su decadencia.
Es cierto que en el año 2012 logró recuperar la presidencia de la república con Enrique Peña Nieto, pero no supo aprovechar esta segunda oportunidad que le ofreció el electorado, volvió a cometer los mismos errores: Corrupción y abuso de poder. Estos excesos fueron el caldo de cultivo del que surgió un voto de castigo que se manifestó en las elecciones de 2018 provocando la expulsión del PRI del poder presidencial. Este fatal acontecimiento provocó el arribo a Palacio Nacional de un nuevo proyecto de nación a través de un Movimiento de Regeneración Nacional encabezado por un expriista, Andrés Manuel López Obrador.
En 2018 el PRI dejó de ser el sujeto de la historia, el protagonista del cambio, y se convirtió en objeto de la historia, un obstáculo que había que desmontar para que el país diera un salto cualitativo hacia una nueva época. Se cerró un ciclo de la vida política del país y se abrió otro que está en curso y que no sabemos si logrará su objetivo.
Síntomas de lo que parece una crisis terminal.
El PRI llega a las elecciones del 2024 sumamente debilitado. Los síntomas más trágicos de su ocaso se presentan en forma de renuncias masivas, traiciones, deserciones de cuadros dirigentes, pérdida de espacios de poder, rechazo ciudadano y felonías cometidas por su dirigente nacional.
Militantes y simpatizantes del PRI están decepcionados por las desviaciones y excesos de sus directivos. El rechazo de sus militantes se ha reflejado en los datos duros que el Instituto Nacional Electoral (INE) reportó hace poco días cuando dio a conocer el número de afiliados que han desertado de este partido.
Según cifras oficiales del INE, el PRI tuvo una pérdida de 650 mil personas que decidieron abandonar el partido, esto de acuerdo con la validación del padrón de afiliados que el INE realiza cada año. En 2020 el PRI aún contaba con el apoyo de 2 millones 065 mil personas alrededor de todo México. Sin embargo para 2023 solo le quedan 1.4 millones de adeptos convirtiéndose así en el partido que más militantes ha perdido.
Otra revelación que muestra la debilidad del otrora partido hegemónico se puede documentar en el número de posiciones de gobierno que ha perdido. Veamos. En el año 2021 hubo elecciones en todo el país. En ese año estuvieron en juego 17 gubernaturas y 500 diputaciones federales. En esa elección el PRI perdió 8 estados, la mayoría ante Morena: Campeche, Colima, Guerrero, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Zacatecas y Tlaxcala. Este proceso de descarrilamiento se agudizó a partir del arribo a la dirigencia nacional de Alejandro “Alito” Moreno. Alito asumió la dirigencia del PRI en agosto de 2019 y su autoritario y errático liderazgo ha precipitado la debacle del tricolor. A su llegada al comité ejecutivo nacional, este partido aún gobernaba 12 estados. Hoy solo gobierna 2, Durango y Coahuila, ambos ganados a través de una coalición con el PAN y PRD. Luego en 2022 Morena le arrebató Oaxaca e Hidalgo. En este último estado el PRI nunca había perdido la gubernatura. Tenemos entonces que en cuatro años de la inútil dirigencia de Alejandro, “Alito” Moreno se han perdido 11 gubernaturas.
Pero el síntoma más ruidoso de su falta de capacidad para incluir, consensar y respetar a los múltiples y a la vez específicos priismos de cada estado lo encontramos en la pérdida de la gobernatura del Estado de México, joya de lo que alguna vez fue el gran imperio priista. Con la merma de esta importante posición se derrumbaron 94 años de hegemonía priista en el Estado de México.
Marcado rechazo ciudadano al PRI.
El 30 de octubre de este año el diario el País, W Radio, así como el consorcio del grupo español PRISA, publicaron una encuesta muy reveladora del profundo rechazo que los ciudadanos sienten por el PRI. A la pregunta: ¿Por cuál partido nunca votaría para elegir presidente de la república? el PRI obtuvo un 49 por ciento de rechazo efectivo. Esto quiere decir que la mitad de las y los mexicanos no darían su voto a este partido en las elecciones presidenciales del año próximo.
Aún con estos números, Alito Moreno espanta con el petate del muerto a los otros partidos que forman la colación del Frente Amplio por México (PAN y PRD) haciéndoles creer el viejo mito de que las estructuras territoriales del PRI están fuertes y organizadas para garantizar el triunfo de Xóchitl Gálvez. Con este intercambio de espejitos por oro, Alito está exigiendo muchas posiciones plurinominales en el Senado y la Cámara de diputados para entregarlas a los miembros de su pandilla, de la cual Sara Rocha y Frinné Azuara forman parte. Estas dos dirigentes estatales impuestas con trampas ya ganaron desde hoy su inscripción a la nómina a costas del esfuerzo que harán cientos de militantes potosinos en las elecciones de 2024. La consecuencia más perversa e injusta de esta siniestra acción es que decenas de liderazgos jóvenes que tienen años esperando una oportunidad, no podrán acceder a estas posiciones, solo serán utilizados para ganar algunos miles de votos.
La traición de algunos exgobernadores priistas para favorecer a Morena.
Una maniobra aborrecible que ha profundizado el desprestigio y caída electoral del PRI es la traición de algunos de sus exgobernadores. En efecto, cinco exmandatarios del tricolor decidieron colaborar con Morena y el presidente López Obrador para que el PRI perdiera las elecciones en sus respectivos estados. Los exgobernadores de Sinaloa, Quirino Ordaz; de Sonora, Claudia Pavlovich; de Campeche, Carlos Aysa, de Quintana Roo, Carlos Joaquín González y Omar Fayad de Hidalgo entregaron sus respectivos estados a cambio de embajadas y consulados. Previo a esta hipocresía todos tuvieron fuertes desencuentros con Alejando Moreno por su autoritario y antidemocrático proceder como dirigente nacional.
Más gasolina al fuego. Las renuncias de cuadros dirigentes.
En los últimos años importantes liderazgos del PRI han decidido abandonar a su partido por el desastroso manejo que ha realizado Alejandro “Alito” Moreno. Los senadores Miguel Ángel Osorio Chong, Claudia Ruiz Massieu, Eruviel Ávila y Nuvia Mayorga encabezaron no hacer mucho una renuncia masiva junto con más de 300 militantes de primer nivel al señalar que Alejandro Moreno destruyó al partido y lo hizo “pedazos”.
Antes ya habían renunciado Arturo Zamora, quien fue presidente municipal de Zapopan, jalisco y candidato a gobernador por ese mismo estado, cargo que estuvo a punto de ganar. Zamora fue también diputado federal y dirigente nacional de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP) del PRI. Otros que también ha renunciado son el afamado Dr. José Narro Robles, ex rector de la UNAM; se sumó asimismo Ivonne Ortega, exgobernadora de Yucatán, Yulma Rocha Aguilar, diputada por Guanajuato. El alcalde con licencia de Cuajimalpa, Adrián Rubalcava, siguió esta ruta y también el senador Jorge Carlos Ramírez Marín. Y para rematar, la semana pasada Alejandro Murat Hinojosa, ex gobernador de Oaxaca se fue del PRI.
Conclusión: El PRI es una zona de desastre. ¿Logrará sobrevivir?, o, ¿asistimos a un fin de época en la que atestiguaremos la muerte del último dinosaurio de la política mexicana?