Adrián del Jobo Ponce
#DesdeElMatepoxtle
21 de Marzo del 2025
La crisis del agua ya no es una posibilidad lejana; es una realidad que golpea a nuestras comunidades con la fuerza de una advertencia urgente. Nos encontramos en un punto crítico donde la sequía no solo amenaza nuestros ecosistemas, sino que también pone en jaque nuestra capacidad de responder como sociedad. Ante este desafío, la indiferencia no es una opción. La humanidad está llamada a actuar con empatía, solidaridad y un profundo sentido de colectividad.
Hoy, más que nunca, debemos ser conscientes para ser diligentes. La planeación estratégica y el liderazgo social deben estar guiados por la convicción de que el agua no es solo un recurso, sino un derecho humano fundamental. No podemos esperar a que la crisis nos rebase para entonces reaccionar. Es imperativo asumir un papel activo en la gestión responsable del agua, en el desarrollo de políticas públicas sostenibles y en la implementación de acciones comunitarias que prioricen a los más vulnerables: niños, adultos mayores y quienes viven en condiciones de mayor precariedad.
La empatía y la solidaridad no pueden ser solo conceptos abstractos; deben traducirse en acciones concretas. Desde lo individual hasta lo colectivo, cada esfuerzo cuenta: la reducción del consumo doméstico, el reciclaje del agua, el apoyo a iniciativas de reforestación y conservación, así como la exigencia de medidas eficientes por parte de los sectores gubernamentales y empresariales.
Pero, además, la sequía nos confronta con otro desafío: la necesidad de un liderazgo humanitario auténtico. Los líderes sociales, políticos, comunitarios y empresariales tienen la responsabilidad de guiar con el ejemplo, de inspirar confianza y de unir a la sociedad en torno a un objetivo común: garantizar la sostenibilidad hídrica para las generaciones presentes y futuras. Un verdadero liderazgo en tiempos de crisis no se mide por discursos, sino por acciones concretas que generen un impacto positivo y duradero.
Bajo el marco normativo vigente, tanto nacional como internacional, existen directrices claras que orientan la gestión del agua como un bien común. La Ley General de Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente, así como la Ley de Aguas Nacionales, establecen principios fundamentales para su uso sustentable y equitativo. A nivel global, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU nos recuerda que garantizar el acceso al agua limpia y al saneamiento es un compromiso ineludible (ODS 6).
Pero las leyes, por sí solas, no bastan si no hay una ciudadanía comprometida y consciente de su papel en esta crisis. Es momento de trascender intereses individuales y unirnos en una causa mayor: proteger la vida y el futuro.
Este es un llamado a la humanidad, a la responsabilidad y al compromiso social. Que la sequía no nos encuentre divididos ni pasivos, sino organizados, solidarios y listos para actuar con determinación. Porque en la unión, en la conciencia y en la acción colectiva, reside nuestra mejor oportunidad de enfrentar este desafío con dignidad y esperanza.
SOBREMESA
No solo los ríos están secos, también nuestras mesas. No solo los campos se agrietan, también nuestros corazones. La sequía que hoy enfrentamos no es solo la del agua; es la sequía de valores, de principios, de humanidad. Nos estamos muriendo de sed y ni siquiera nos damos cuenta.
Hemos dejado que la indiferencia nos consuma como el sol devora la tierra, que la prisa nos robe el tiempo de escuchar, de abrazar, de educar con amor y propósito. Vivimos en una época donde la tecnología nos conecta, pero el alma nos distancia. Nuestros jóvenes buscan respuestas en pantallas, cuando las respuestas están en la historia, en la familia, en la raíz de quienes somos.
Así como el agua es vital para la tierra, la verdad lo es para la vida. No podemos seguir permitiendo que nuestras generaciones crezcan en un suelo árido de valores. No podemos seguir justificando nuestra pasividad con la excusa de que «así es el mundo ahora». No. El mundo es lo que nosotros decidamos hacer con él.
El liderazgo que hoy necesitamos no solo debe ser político o social, sino moral. Debemos recuperar el honor de la palabra, la nobleza de la empatía y la grandeza de la solidaridad. La sequía del agua la combatimos con acciones, pero la sequía del espíritu solo la vencemos con ejemplo. Con conversaciones que dejen huella, con familias que formen seres humanos íntegros, con sociedades que no teman levantar la voz por lo que es correcto.
Hoy el agua escasea, pero más escasea el compromiso con la vida. No dejemos que la sed de egoísmo nos convierta en desiertos de indiferencia. Es tiempo de regar con amor, de sembrar con conciencia y de cosechar un futuro donde la humanidad sea nuestra mayor riqueza. adriandjp03@gmail.com