Por: Profr. Marcelino H. Martínez
Noviembre 27, 2025
Lo queremos todos los mexicanos, un país mejor, un país que nos abrace y no que nos desgarre.
Sin embargo, hoy vivimos entre heridas abiertas. La violencia, los discursos de odio y la división nos han robado algo esencial, el amor por nuestra propia tierra. Queremos un México más justo, pero no respetamos las leyes ni las normas básicas de convivencia.
Queremos jóvenes y niños que crezcan como buenos ciudadanos, pero los estamos perdiendo entre la falta de valores, de educación y de coherencia social.
Deseamos un país progresista, pero seguimos atrapados en el ego, en la lógica del beneficio personal, en la cultura del “yo primero” aunque el país se desmorone.
Exigimos paz, pero guardamos silencio ante las injusticias. Queremos proyectos de nación, pero nos cuesta dialogar, proponer y construir.
En cambio, sí podemos dividirnos con facilidad, incluso por lo que no entendemos.
Pedimos un Estado próspero, pero muchas veces ese progreso solo llega a quienes sostienen el poder. Anhelamos municipios modernos, pero como ciudadanía a veces somos apáticos, indiferentes o incapaces de participar en una gobernanza colaborativa que requiere corresponsabilidad, no solo exigencia.
México no puede sostenerse solo sobre reclamos; también necesita coherencia y valentía.
Necesita que cada ciudadano recuerde que para ser respetado también debe respetar; que levantar la voz no es un acto de rebeldía vacía, sino de compromiso con los demás. La corrupción, la injusticia hacia niños, mujeres y hombres de bien no deben normalizarse jamás.
Callar también es fallarle a la patria.
Al final del camino, seremos un México mejor solo si de verdad nos late el corazón para exigir que la ley se aplique con justicia y equidad social, sin revanchismos políticos, sin favoritismos, sin simulación.
Un país no cambia solo por voluntad gubernamental; cambia cuando su pueblo despierta, se organiza, cuestiona, propone y defiende lo que es correcto.
México merece más. Y nosotros también. Lo crítico es entender que el país que soñamos no llegará mientras sigamos divididos, distraídos o resignados. Estaremos un paso más cerca de un México justo, unido y digno cuando la ciudadanía decida que ya es suficiente… y comience a actuar como si el futuro dependiera de cada uno. Porque sí depende de cada uno de nosotros.
Diremos entonces lo estamos logrando.