Toño Martínez
Marzo 17, 2019
Propongo poner un dique al monstruo de la depresión que causa estragos en el Mundo, México y San Luis Potosí
Solo por esta semana propongo que realicemos el siguiente ejercicio, todos, sin importar estratos sociales, dogmas religiosos, estatus económico y edad: Saquemos de nuestra cotidianidad, desde lo familiar, laboral, ámbito de amigos y del contacto con la comunidad los temas negativos, las quejas, reproches, resentimientos, frustraciones, hablar de la corrupción y bandidos, para hablar de esperanza, expectativas, proyectos y cambios a nuestra vida.
Que con ello no vamos a borrar la perturbadora realidad que nos envuelve, claro que no; pero al menos contaremos con mayor fortaleza para entender que no podemos cambiar todo en corto tiempo, pero tampoco dejar de luchar para revertirlo.
No se trata de una simple ocurrencia; tampoco pecar de ingenuos, idealistas o ilusos. Va más allá el plan de darnos la oportunidad de aplicar un giro a nuestra vida y abrir una coyuntura al entorno donde nos desenvolvemos.
Se trata de con una actitud diferente poner un dique a un siniestro jinete apocalíptico que recorre el Mundo, y que está avanzando no solo en las sociedades más desarrolladas sino en las naciones que se debaten en el sub desarrollo como México.
Es más, ha llegado hasta los hogares de todas las condiciones sociales y se ha arraigado expandiéndose como un virus infernal que se crece donde detecta condiciones propicias para adueñarse de voluntades.
Hablamos de la depresión, el quiebre de la estabilidad emocional que en el Mundo contagió a 300 millones de personas, en México tiene sometidos a 10 millones y en San Luis Potosí el 44% de habitantes es decir 743 mil personas a sentido o padece de este flagelo. Y avanza.
Una de las peores e irreversibles consecuencias de la depresión es el suicidio, baste recordarle que de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), en el 2018 ocurrieron 6, 291 muerte de personas por esta causa en nuestro país.
Por cierto, la Huasteca Potosina ha sido una de las regiones donde este fenómeno es de los más altos, con hasta 90 suicidios por año, porque además de factores como la pobreza, desempleo, falta de oportunidades, disfunción familiar, se suma el alcoholismo como causal.
Estadísticas de la Organización Mundial de la Salud y en México de la Secretaría de Salud y del Instituto Nacional de Psiquiatría, señalan que la incidencia de depresión se da más entre hombres con un 86%, mientras que en las mujeres llega al 11.4%.
Pero los números se mueven velozmente, son cambiables constantemente. Un ejemplo es que solamente del 2014 al 2015 el índice de casos pasó de 69,591 a 91,521.
De ahí para acá el desarrollo de esta patología mental sea disparado.
Entre las causas principales de la depresión y el suicidio, están pobreza, desempleo, falta de oportunidades de desarrollo, violencia intrafamiliar, inseguridad y pavor a la delincuencia.
La palabra “crisis” enraizó en el vocabulario de las conversaciones diarias en cualquier nivel y circunstancia. Súmele el bombardeo diario a través de redes y medios de información masivos y locales, de noticias negativas, sobre homicidios, el destape de cloacas de corrupción en esferas del gobierno, la incertidumbre sobre el “que va a pasar”.
Agregue un aspecto que poca importancia le damos pero que resulta fundamental para generar vulnerabilidad humana frente a los embates del turbulento medio ambiente donde estamos parados: El vacío espiritual, la ausencia de Dios, de fe, de una creencia superior que nos fortalezca internamente y nos de equilibrio para no naufragar.
Entonces, que les parece si damos un pequeño paso y nos vacunarnos contra la depresión, suprimiendo los temas negativos en nuestras relaciones con los demás y ponemos la mira en alto, en reflexionar sobre las maravillosas cosas que nos quedan como personas, familia, comunidad, país, libertad, recursos naturales y de toda índole.
Dejemos a un lado los baños de lodo, para cambiarlos por lluvia de esperanza. Vamos a darnos esa oportunidad, bien vale la pena.