Un Desafío en Nuestra Realidad

#DesdeElMatepoxtle

Adrián del Jobo Ponce

03 de Octubre 2024

Reflexión

En el viaje de la vida, nuestra vida, que no es de nadie mas que nuestra, el ser humano camina entre dos veredas: la humildad, que acaricia el alma como una brisa suave de la mañana, y la soberbia, que pesa en el corazón como una piedra difícil de soltar, como una obsesión de querer encontrar algo, que si bien se no se sabe, se insiste. La humildad es como el susurro de una tarde tranquila, que sin alardes se siente en lo más profundo. Es la voz que te recuerda que todo lo que eres y todo lo que tienes, viene de algo más grande, algo que no controlas, pero que te sostiene con una calidez silenciosa.

La humildad, esa que te enseña a mirar el mundo con ojos nuevos cada día, esa con la que no debes luchar, esa que te empuja a reconocer que no importar a donde llegues, siempre habrá algo que aprender, alguien a quien amar, alguien a quien respetar, algo por lo que dar las gracias. Se dice que ser humilde es saber que las manos con las que siembras no siempre cosecharán para ti, pero esa siembra hará florecer la vida para otros y eso debería ser suficiente. Es saber que los momentos más verdaderos de la vida se encuentran en los gestos pequeños, como las obras de arte: en la sonrisa que compartes, en la mano que ofreces, en el silencio de una tarde donde todo está bien simplemente porque estás ahí, aunque no consiente del todo lo que te rodea.

La soberbia, por otro lado, es una ilusión tentadora, ese canto suave al oído que seduce. Se disfraza de “éxito” cual sea la interpretación; de poder, de tener siempre la razón, es esa realidad o constructo de pensamiento que se aleja de una realidad. Te susurra al oído una y otra vez, que tú lo lograste todo solo, que no necesitas a nadie, la cultura del merito, que no es descalificada, pero se abusa. Pero en su profundidad, la soberbia aísla, te aparta del calor de los demás, te hace olvidar que, aunque cada uno tiene su camino, todos necesitamos compañía en este viaje. La soberbia te ciega, no te deja ver la belleza que hay en lo sencillo, en la otredad, ni disfrutar la paz de saber que no tienes que ser el centro de todo.

El alma que ha aprendido a caminar sabe que no se trata de renunciar a lo que eres, sino de recordar siempre que todos estamos aquí, compartiendo la misma luz, el mismo aire, el mismo milagro de esta existencia que no es de nadie pero es de todos. Y que en esa conexión radica nuestra mayor fuerza. La soberbia puede ofrecer el brillo del éxito, pero la humildad nos da el calor de la verdadera satisfacción, esa que no depende de aplausos, sino de saber que, en nuestro corazón, hemos hecho lo correcto, aun cuando no es nada fácil vivirlo.

Y así, en este camino que todos compartimos, lo más grande que podemos hacer es caminar juntos, con un corazón humilde, y una mano siempre dispuesta a sostener a quien lo necesite. Porque en esa sencillez es donde encontramos la verdadera grandeza, esa que no se mide en logros o en el humo del insolente poder económico, sino en la calidez que dejamos en el alma de quienes nos rodean; porque la influencia en el las personas es como el respirar para el cuerpo.

En nuestro caminar, los humanos aprendemos que la verdadera humildad no está en aparentar sencillez, sino en vivir con el corazón sincero, reconociendo que el valor de nuestros actos no reside en el reconocimiento, sino en la integridad con la que actuamos. A menudo, caemos en la trampa de la falsa modestia, creyendo que controlamos todo, solo para descubrir que la soberbia se oculta detrás de un disfraz de humildad.

Nos damos cuenta de que es fácil caer en la arrogancia, pensar que lo hemos conquistado, pero mantenerse con los pies en la tierra exige recordar que siempre estamos en un proceso de aprendizaje y que somos vulnerables ante la vida y el universo. La humildad genuina no busca aplausos ni validación, sino una conexión auténtica, genuina con los demás, libre de la trampa del ego. Al comprender esto, encontraremos el camino a la verdadera paz que sobrepasa todo entendimiento.

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