Toño Martínez
Octubre 09, 2020
Jeremías fue detenido por la Policía Municipal por faltas a la moral, cuando iba para su casa ubicada en un fraccionamiento rústico a orillas de la ciudad, de esos dónde hay más terrenos enmontados que habitados, calles – si así se pueden llamar- que son apenas trazos en la tierra y sin luz, a bordo de su bicicleta.
Estaba muy oscuro pero ya se sabía el camino de memoria y pedaleaba su bicicleta zigzagueando porque en la tarde la cuadrilla de albañiles de la que forma parte habían terminado un » colado» y como es la costumbre al final fueron por cartones de cerveza y chicharrones para celebrar.
La cerveza es diurética y a Jeremías le dieron ganas de orinar, por lo que tiró la bicicleta y fue a la orilla del monte para cumplir su necesidad fisiológica.
Para su mala suerte, y por una de esas extrañas coincidencias cruzó por el lugar una patrulla policiaca.
Con la luz de los fanales y un faro los agentes descubrieron a Jeremías y ni tardos ni perezosos lo rodearon apuntando con sus armas de cargo.
– ¡Levanta las manos! – grito el jefe de grupo y Jeremías todo encandilado y por el efecto de la bebida trastabilló y azotó.
Dos de los elementos policiacos lo agarraron de manos y piernas y sin protocolo de Derechos Humanos lo arrojaron a la caja de la patrulla junto con la bicicleta.
Tercos como son los borrachos, Jeremías intento levantarse pero dos macanazos lo aplacaron.
Pero no fue lo peor para el pobre albañil; apenas empezaba su martirio.
Es noche durmió sobre la loza de concreto de un asiento en la celda de la preventiva junto con cinco individuos más llevados también por ebriedad.
A la mañana siguiente, crudo y adolorido Jeremías despertó a su realidad de hombre encarcelado. Se encuclilló para pensar como le iba a hacer para salir de ese lío.
Ignorante de leyes y procedimientos preguntó a un agente que pasó, y este fastidiado o desvelado de mala gana le contestó que mejor buscará un abogado.
Pidió prestado el teléfono a un compañero de Frida y se comunicó con Chayo su esposa.
– Vieja estoy preso, dile al compadre Nedino que si conoce un licenciado que le diga pa que me saque.
Llegó el abogado todo perfumado y poniendo voz solemne le dijo: Jeremías Bedoya necesito hablar contigo.
– Yo soy señor licenciao.
El abogado puso voz grave y gesto de preocupación y le advirtió. Tu caso es grave, es un lío gordo pero te voy a ayudar.
– Necesito 3 mil pesos para copias, luego 1500 para los de la grúa. Cobran nada pero tengo un cuate y me rebajo el arrastre.
– Oiga licenciao pero yo no traía carro, nomás mi bici.
– Mira, dijo el abogado, para la Ley es un vehículo de transporte y lo tienen que llevar al corralón.
Moviendo la cabeza para impresionar agregó.
– Mira mi amigo, necesito también 5 mil pesos para decirle al ministerio público que vaya a la sub a recibirme el caso, no vez que por el COVID no están trabajando y hay que convencerlo con una propina.
A estas alturas ya el pobre Jeremías hasta lo crudo se le había quitado haciendo cuentas y se jalaba los cabellos pensando cómo conseguir el dinero.
– Tu tranquilo Jeremías que yo te vine a ayudar, volvió a decir el litigante.
– Es que soy muy pobre y pos…
– Como amigo y tú abogado es mi deber advertirte que tienes que apurarte porque no tardan en consignarte y uuuhhh hasta el penal de la Pila te pueden mandar.
Ah, se me olvidaba que también me tienes que dar 1800 pesos para el legista..
– Pero yo mate ni herí a nadie licenciado.
– No mira, es que al hacer pipí en la calle pudiste haber contaminado el manto freático porque puedes traer una infección
Además provocaste un daño patrimonial al municipio porque la calle es vía pública y tú la usaste de sanitario, no no no, y espérate que hay que pagar una multa de mil doscientos a ecología porque a lo mejor se seca el monte dónde te orinaste.
Jeremías volvió a encuclillarse y metió la cabeza entre las piernas.
Su mujer tenía unos centavos que estaban juntando para festejarle a su hija Macarena los XV años, dos marranos en engorda y pues, vendería la bicicleta para ver si le sacan al licenciado lo que pedía.
El generoso abogado le comento: «mira, voy a hablar con el de barandilla para decirle que te haga una rebaja a la multa que también falta».
Cuando el abogado se fue llegó un policía gordo que al ver a Jeremías le dijo: ¿todavía estás aquí?
Tú te puedes ir cuando quieras.
Mira dame unos cien pesos y te vas; lo que hiciste no es delito, solo falta al Bando de Policía y Buen Gobierno. Ahí afuera está tu bici, ora…y le abrió la reja.