Por: Profr. Marcelino H. Martínez
Diciembre 5, 2025En
México, los mexicanos siempre hemos tenido una manera única de decir las cosas: clara, directa y llena de sentido. Nuestros abuelos no necesitaban discursos largos para enseñar; les bastaban unos cuantos dichos que, si uno los piensa bien, encierran una profunda lección de vida.
Hoy, lamentablemente, muchos de esos lenguajes coloquiales se han ido perdiendo, y con ellos también parte de nuestra identidad y de nuestra capacidad de mirar la vida con sencillez y sabiduría.
“Si quieres llegar a viejo, poca cama, poco plato y mucha suela de zapato”; “El que carga el morral sabe lo que trae adentro”; o “Caballo viejo no aprende nuevo trote”. Cada una de estas frases, tan nuestras, nos invita a la prudencia, a la responsabilidad, al respeto por la experiencia y, sobre todo, a la empatía.
Porque en esos dichos está la esencia de entender al otro, de ponerse en sus zapatos, de reconocer que cada quien carga su historia, sus esfuerzos y sus batallas.
Hoy, en un mundo que avanza a la velocidad de un clic, hemos dejado de escucharnos. Caminamos acelerados, con estrés a cuestas, empujados por la presión de lo inmediato y atrapados en la urgencia de lo digital.
Y en medio de todo eso, dejamos de ver lo verdaderamente importante, quiénes somos y qué estamos construyendo con nuestras acciones. Nos falta detenernos, respirar profundo y preguntarnos, ¿Qué estoy haciendo por mí, por mi familia y por los demás?
En este ir y venir de la vida moderna, urge recuperar esos valores que formaban ciudadanos de bien,respeto, solidaridad, paciencia, responsabilidad, amor al trabajo y sensibilidad ante la realidad del otro. Valores que no solo son indispensables en la casa o en la escuela, sino también en el gobierno.
Porque un funcionario que no escucha ni entiende a su gente, un gobierno que se mira solo a sí mismo, pierde el rumbo y rompe el pacto más básico, servir a sus ciudadanos.
La violencia, las envidias, las divisiones y la polarización no nacen de un día para otro; son el resultado de convivencias fracturadas, de un tejido social que se ha ido desgastando.
Y frente a ello tenemos una decisión, seguir avanzando sin mirar a quién lastimamos o detenernos para reconstruir desde lo más esencial, desde lo que siempre nos ha sostenido como nación.
Todavía estamos a tiempo,a tiempo de rescatar lo mejor de nuestra cultura, de recuperar la sabiduría que nos enseñó a vivir con dignidad y respeto.
A tiempo de formar ciudadanos sensibles, conscientes, capaces de pensar en el otro y no solo en sí mismos.
A tiempo de exigir gobiernos que estén a la altura de su gente.
A tiempo de sanar nuestras relaciones y de volver a mirarnos con humanidad.
Porque, al final, la propuesta es simple pero poderosa, regresar a lo nuestro, a lo que siempre nos enseñó a vivir bien. Recuperar la calma, la empatía y la sabiduría popular para construir un México más justo, más consciente y más humano.