Profr. Marcelino H. Martínez
Diciembre 23, 2025
La historia política nos confirma una realidad incómoda , la época de los mentirosos en la política no es nueva, solo cambia de rostro y de discurso.
En cada proceso electoral reaparecen aquellos personajes que, al pisar los pueblos y comunidades, se presentan como salvadores, casi como mesías modernos, prometiendo soluciones inmediatas a problemas que llevan décadas sin resolverse.Son candidatos que dominan el arte del espectáculo.
Con historias bien ensayadas, gestos calculados y discursos emotivos, logran convencer a muchos ciudadanos de buena fe.
Basta observar la escena común, alguien se acerca y le dice al aspirante que en su comunidad no hay médicos ni medicinas.
El candidato, sin titubear, saca el celular, finge una llamada y asegura que “ya está solucionado”. Minutos después, otro ciudadano le recuerda que ni siquiera hay señal telefónica ni internet. El acto queda al descubierto, pero el guión continúa.
Las mentiras crecen de tamaño cuando se prometen obras sin sustento. Puentes donde no hay ríos, proyectos sin estudios, soluciones mágicas para problemas estructurales. Todo cabe en el discurso mientras el objetivo sea uno solo, llegar al poder.
A ello se suman las estrategias asistencialistas de temporada, despensas, láminas, apoyos momentáneos que buscan comprar voluntades, no construir dignidad ni desarrollo.
Lo más grave ocurre después de las elecciones. Quienes ayer abrazaban, escuchaban y prometían, hoy ya no conocen a nadie.
Se olvidan de los pueblos, de las colonias, de quienes confiaron en ellos. Gobernar pasa a segundo plano; primero viene el beneficio personal, el grupo cercano, el interés propio.
Sin embargo, algo empieza a cambiar. En las próximas elecciones, muchos ciudadanos ejercerán el llamado voto de castigo. La sociedad está más informada, más crítica y más analítica. Ya no todos aplauden el circo ni se dejan seducir por actores improvisados que confunden la política con un escenario.
La política debe volver a su esencia, servir y no servirse. Gobernar con verdad, con proyectos reales y con respeto a la inteligencia de la gente. Porque los pueblos ya no necesitan mentiras bien actuadas, sino líderes honestos que entiendan que el poder es una responsabilidad, no un privilegio, es para servirle al pueblo que lo eligió.