#DesdeElMatepoxtle
Adrián del Jobo Ponce
19 de Septiembre 2024
Las organizaciones no son meros entes administrativos; son el reflejo de las aspiraciones colectivas y el motor que impulsa el desarrollo social. En ellas, las personas convergen con propósitos y metas que, lejos de ser individuales, se integran en un objetivo mayor: el bienestar común. Estas instituciones, ya sean públicas o privadas, moldean las estructuras sociales, económicas y culturales que sostienen nuestras comunidades.
Duarte (2015) señala que las teorías organizacionales han evolucionado en respuesta a los contextos históricos y sociales. Hoy, más que nunca, es imperativo que las organizaciones adopten enfoques que respondan a las necesidades reales y no solo a las modas corporativas. En un mundo cada vez más interconectado, la responsabilidad de las organizaciones es, como bien lo plantea García y Pérez (2018), ser un faro de liderazgo transformador, promoviendo equipos de trabajo diversos, comprometidos y alineados con principios éticos.
La verdadera esencia de una organización radica en su capacidad para adaptarse y responder a las demandas de su entorno, en especial cuando estas demandas provienen de sectores vulnerables. Como menciona Smith (2019), el liderazgo no es una tarea que se lleva a cabo en solitario; es el resultado de una visión compartida, de una misión que trasciende los límites de lo personal para convertirse en un proyecto colectivo, donde cada miembro aporta su conocimiento y experiencia.
En este sentido, es fundamental que los líderes organizacionales comprendan que no basta con delegar responsabilidades. Es necesario formar equipos donde el diálogo y la participación sean constantes, donde el talento de cada miembro sea valorizado, como subrayan Johnson y Lee (2017), para que las decisiones estratégicas se nutran de la inteligencia colectiva.
El reto no está en crear más estructuras burocráticas, sino en conformar espacios de trabajo colaborativos y resilientes, donde se fomente la creatividad, la responsabilidad y el compromiso. Según Jones (2020), en los principios de gestión moderna, lo que se requiere es flexibilidad y una mayor participación de los equipos en la toma de decisiones. Solo así las organizaciones podrán enfrentar las amenazas y desafíos de una sociedad en constante cambio.
El llamado hoy es claro: necesitamos organizaciones que vayan más allá del discurso corporativo vacío, que inviertan en proyectos que resuelvan problemas estructurales y no solo en la imagen. La responsabilidad social debe ser más que una etiqueta; debe ser una práctica cotidiana que responda a las verdaderas necesidades del entorno. La grandeza de una organización no reside en los títulos o en las posiciones jerárquicas, sino en su capacidad para generar bienestar, para cambiar vidas y para dejar un legado que trascienda generaciones.
Es momento de formar equipos con propósito, capaces de transformar su realidad inmediata. Equipos donde mujeres y hombres trabajen hombro a hombro, impulsando un desarrollo integral que beneficie a todos. Así, como sociedad, avanzaremos hacia un futuro más justo, equitativo y próspero, donde la verdadera esencia del servicio será el bienestar colectivo.
“No se escala solo; se antecede a una misión, visión y valores claros” (Smith, 2019). Este es el faro que debe guiar nuestras acciones.
“La mayor importancia reside en la participación de todos en la toma de decisiones” (Johnson & Lee, 2017). Que nuestras organizaciones sean ese espacio donde la inteligencia colectiva florezca.
Es tiempo de actuar, de trascender, de ser verdaderos agentes del cambio.
adriandjp03@gmail.com
Referencias:
Duarte, F. (2015). Teoría de la Organización Moderna. Editorial Académica.
García, M., & Pérez, L. (2018). Liderazgo y Transformación en las Organizaciones. Editorial Alfa.
Johnson, P., & Lee, J. (2017). Gestión Colaborativa: Estrategias para Equipos de Alto Desempeño. Ediciones Gamma.
Jones, R. (2020). Principios de Gestión Moderna. Pearson.
Smith, A. (2019). El Nuevo Liderazgo en las Organizaciones. McGraw-Hill.
